Página 39 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Trabajando por Cristo
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a menos que emprendamos resueltamente esta tarea. Sagradas obli-
gaciones descansan sobre nosotros. Nuestro deber está claramente
señalado. El Señor nos ha hablado por medio de su profeta. Los
pensamientos del Señor y sus caminos no son los que los mortales,
ciegos y egoístas, creen que son, o quisieran que fueran. El Señor
mira el corazón. Si el egoísmo mora allí, él lo sabe. Podemos tratar
de ocultar nuestro verdadero carácter frente a nuestros hermanos y
hermanas, pero Dios lo conoce. No le podemos ocultar nada.
Aquí se describe el ayuno que Dios puede aceptar. Consiste en
compartir tu pan con el hambriento, y llevar a tu casa al pobre que
anda errante. No esperes a que acudan a ti. No es tarea de ellos
buscarte y rogarte que les des un lugar. Tú tienes que buscarlos y
llevarlos a tu casa. Tú debes derramar tu alma en procura de ellos.
Debes levantar una mano para aferrarte por la fe de la poderosa
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Mano que brinda salvación, mientras con tu otra mano de amor
alcanzas al oprimido con el fin de darle alivio. Es imposible que te
aferres de la mano de Dios con una mano, mientras empleas la otra
para servir a tus propios placeres.
Si os dedicáis a esta obra de misericordia y amor, ¿será posible
que esta tarea sea demasiado pesada para vosotros? ¿Fracasaréis y
seréis aplastados bajo su peso, y vuestra familia quedará privada de
vuestro auxilio y vuestra influencia? ¡Oh, no! Dios ha eliminado
cuidadosamente toda duda con respecto a este asunto al hacer un
compromiso con vosotros condicionado a vuestra obediencia. Esta
promesa abarca todo lo que el más exigente y más vacilante podría
anhelar. “Entonces nacerá tu luz como el alba, y tu salvación (salud)
se dejará ver pronto”. Solamente creed que el que prometió es fiel.
Dios puede renovar la fortaleza física. Más aún: dice que lo va a
hacer. Y la promesa no termina aquí. “Irá tu justicia delante de
ti, y la gloria de Jehová será tu retaguardia”. Dios edificará una
fortaleza a vuestro alrededor. Pero la promesa tampoco se detiene
aquí. “Entonces invocarás, y te oirá Jehová; clamarás, y dirá él:
Heme aquí”. Si elimináis la opresión y dejáis de hablar vanidad,
si derramáis vuestra alma al hambriento, “en las tinieblas nacerá
tu luz, y tu oscuridad será como el mediodía. Jehová te pastoreará
siempre, y en las sequías (hambrunas) saciará tu alma, y dará vigor
a tus huesos; y serás como huerto de riego, y como manantial de
aguas, cuyas aguas nunca faltan”.