Página 413 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Laboriosidad y ahorro
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guía por sus impulsos. Los mima y es indulgente con ellos, y luego
se irrita y los reprende y se comporta severamente con ellos. Este
comportamiento variable es perjudicial para ellos. Necesitan una
mano firme y serena porque son díscolos. Necesitan una disciplina
constante, sabia y juiciosa.
Si usted asumiera su rol de mujer y obrara por principio, no
por impulso, se podría ahorrar muchos problemas. Supone que su
esposo debe estar con usted, que no puede quedarse sola. Debiera
comprender que su deber es trabajar para mantener a su familia.
Debiera poner voluntad en controlar sus deseos y no hacer que su
esposo sienta que debe acomodarse a sus necesidades. Usted tiene
que compartir las cargas de la vida. Debe tener valor y ser fuerte.
Sea una mujer, no una niña caprichosa. Usted ha sido mimada y
otros le han llevado sus cargas demasiado tiempo. Es ahora su deber
negarse a complacer sus deseos y actuar por principio, por el bien
presente y futuro de su familia. No está bien; pero si cultivara un
espíritu contento y alegre, esto la ayudaría a tener un mejor dominio
de esta vida y de la vida futura.
Hermano R, es su deber utilizar el vigor que Dios le ha dado
cuidadosa y juiciosamente. Hermana R, su cerebro está extenuado y
sobrecargado por la lectura. No debiera permitirse abarrotar su mente
con todo lo que pueda leer. No ha aprovechado su vida del mejor
modo. No se ha beneficiado a sí misma, ni a los que la rodean. Ha
dependido de su madre más de lo que podría haber sido beneficioso
para usted. Si hubiese dependido más de sus propias fuerzas, hubiera
sido más feliz. Ahora debiera llevar sus propias cargas del mejor
modo posible, y alentar a su esposo para que también lleve las suyas
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dedicándose animosamente a su trabajo.
Si se hubiera rehusado a satisfacer su gusto por la lectura y su
necesidad de complacencia propia, hubiera dedicado más tiempo a
un prudente ejercicio físico, y se hubiera alimentado cuidadosamente
con comida apropiada y sana, se hubiese evitado mucho sufrimiento.
Parte de este sufrimiento ha sido imaginario. Si hubiera esforzado la
mente para resistir la tendencia a dejarse vencer por sus dolencias,
no hubiera tenido ataques de nervios. Debiera olvidarse de usted
misma y ocupar la mente en las tareas del hogar, en mantener la
casa en orden, con prolijidad y buen gusto. La demasiada lectura
y el permitir que su mente se distraiga con cosas pequeñas, la ha