Un llamado a la iglesia
El 2 de octubre de 1868 me fue mostrada la condición del profeso
pueblo de Dios. Muchos estaban en gran oscuridad, sin embargo pa-
recían ser insensibles a su verdadera condición. El discernimiento de
un gran número de ellos parecía estar entumecido en lo que se refiere
a la captación de las cosas espirituales y eternas, mientras que sus
mentes parecían estar bien despiertas a los intereses mundanos. Mu-
chos adoraban a ídolos en sus corazones y practicaban la iniquidad,
lo que los separaba de Dios y los transformaba en cuerpos oscuros.
Vi a muy pocos que permanecían en la luz, teniendo discernimiento
y espiritualidad para descubrir estas piedras de tropiezo y quitarlas
del camino. Hay hombres que están en puestos de responsabilidad
en el corazón de la obra y están dormidos. Satanás los ha paralizado
con el fin de que no descubran sus planes y ardides, mientras que él
está activo seduciendo, engañando y destruyendo.
Algunos que están en los puestos de vigía para advertir al pueblo
del peligro han dejado de vigilar y descansan con comodidad. Son
centinelas infieles. Permanecen inactivos, mientras su artero enemi-
go entra en el fuerte y trabaja con éxito a su lado para derribar lo que
Dios mandó que se construyera. Ven que Satanás está engañando
a los inexpertos e ingenuos; no obstante se quedan callados como
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si no tuvieran un interés especial, como si estas cosas no fueran
de su incumbencia. No ven ningún peligro especial; no ven razón
para dar la alarma. A ellos les parece que todo va bien, y no con-
sideran necesario hacer sonar la trompeta con los fieles toques de
advertencia que los claros testimonios les presentan, para mostrar
al pueblo sus transgresiones y a la casa de Israel sus pecados. Estos
reproches y advertencias interrumpen la calma de estos soñolientos
centinelas amantes de la comodidad, y se sienten disgustados. Dicen
en su corazón, si no en palabras: “No merecemos esto. Es dema-
siado severo, demasiado duro. Estos hombres están preocupados y
excitados sin necesidad, y parecen no estar dispuestos a dejarnos
descansar en paz. ‘Os preocupáis demasiado, considerando que toda
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