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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
la congregación es santa, todos y cada uno de ellos’. No nos dejan
sentirnos cómodos, ni en paz ni felices. A estos vigías irrazonables
y difíciles de complacer sólo los satisface el trabajo, la fatiga, y la
incesante vigilancia. ¿Por qué no profetizan cosas gratas, y gritan:
paz, paz? Así todo iría mejor”.
Estos son los verdaderos sentimientos de muchos de nuestro
pueblo. Y Satanás se alegra ante su éxito en controlar las mentes de
tantos que profesan ser cristianos. Los ha engañado, ha entumecido
su discernimiento, y ha plantado su estandarte infernal en medio de
ellos, y ellos están tan completamente engañados que no lo reco-
nocen. El pueblo no ha erigido imágenes talladas, sin embargo su
pecado no es menor a la vista de Dios. Adoran a Mammón. Aman
las ganancias mundanas. Algunos sacrifican su conciencia para ob-
tener su objetivo. El profeso pueblo de Dios es egoísta y ególatra.
Aman las cosas de este mundo, y son amigos de las obras de las
tinieblas. Se complacen en la injusticia. No tienen amor a Dios ni a
sus semejantes. Son idólatras, y son peores, mucho peores, a la vista
de Dios que los paganos, adoradores de imágenes talladas que no
conocen nada mejor.
Se requiere que los seguidores de Cristo salgan del mundo, y
estén separados, y no toquen lo inmundo, para tener la promesa
de ser los hijos e hijas del Altísimo, miembros de la familia real.
Pero si no cumplen con las condiciones, no puede cumplirse en
ellos la promesa. Una profesión de cristianismo no es nada a la
vista de Dios; pero la sincera, humilde, voluntaria obediencia a sus
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requerimientos señala a sus hijos adoptivos, a los receptores de su
gracia, a los participantes de su gran salvación. Estos serán distintos,
un espectáculo para el mundo, los ángeles y los hombres. Se notará
su carácter peculiar y santo, que los separará claramente del mundo,
de sus afectos y lujuria.
Vi que sólo pocos de entre nosotros se ajustan a esta descripción.
Su amor a Dios es de palabra, no de hecho y en verdad. Su proceder,
sus obras, testifican que no son hijos de la luz sino de las tinieblas.
No han obrado según Dios sino por egoísmo, y en injusticia. Sus co-
razones son extraños a su gracia renovadora. No han experimentado
el poder transformador que los lleva a andar como Cristo anduvo.
Los que son ramas vivas de la vid celestial participarán de la savia
y el alimento de la vid. No serán ramas marchitas sin fruto, sino