Página 421 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Un llamado a la iglesia
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que mostrarán vida y vigor, y florecerán y darán fruto para la glo-
ria de Dios. Se preocuparán por apartarse de toda iniquidad y por
perfeccionar su santidad en el temor de Dios.
Como el antiguo Israel, la iglesia ha deshonrado a su Dios apar-
tándose de la luz, descuidando sus deberes, y abusándo del alto y
exaltado privilegio de ser de un carácter peculiar y santo. Sus miem-
bros han violado el pacto por el que prometieron vivir por Dios y
sólo por él. Se han unido con los egoístas y amadores del mundo.
Han fomentado el orgullo, el amor por el placer y el pecado, y Cristo
se ha apartado de ellos. Su Espíritu se ha extinguido en la iglesia.
Satanás trabaja hombro con hombro con los profesos cristianos; no
obstante les falta tanto discernimiento espiritual que no lo detectan.
No sienten la responsabilidad de la obra. Las solemnes verdades
que profesan creer no son una realidad para ellos. No tienen una fe
genuina. Los hombres y mujeres actuarán de acuerdo con la fe que
en realidad poseen. Por sus frutos los conoceréis. No su profesión
de fe, sino los frutos que llevan, muestran la clase de árbol del que
dependen. Muchos tienen una forma de piedad, sus nombres están
en los registros de la iglesia; pero tienen un registro manchado en
el Cielo. El ángel registrador ha escrito fielmente sus obras. Cada
acto egoísta, cada palabra equivocada, cada deber no realizado, cada
pecado secreto, cada astuto fingimiento está fielmente asentado en
el libro de registros que lleva el ángel registrador.
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Una gran cantidad de los que profesan ser siervos de Cristo no lo
son en realidad. Están enganando a sus almas para su propia destruc-
ción. Mientras profesan ser siervos de Cristo, no viven en obediencia
a su voluntad. “¿No sabéis que si os sometéis a alguien como es-
clavos para obedecerle, sois esclavos de aquel a quien obedecéis,
sea del pecado para muerte, o sea de la obediencia para justicia?”
Muchos, mientras profesan ser siervos de Cristo, obedecen a otro
amo, trabajando diariamente en contra del Maestro al que profesan
servir. “Ninguno puede servir a dos Señores; o aborrecerá al uno y
amará al otro, o estimará al uno y menospreciará al otro. No podéis
servir a Dios y las riquezas”.
Mateo 6:24
.
Intereses mundanos y egoístas ocupan el alma, la mente y el
vigor de los profesos seguidores de Dios. En todos sus intereses
y objetivos son siervos de Mammón. No han experimentado la
crucifixión al mundo, con sus afectos y lujuria. Pero pocos de entre