Página 423 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Un llamado a la iglesia
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Me sentí azorada al ver la terrible oscuridad de muchos de los
miembros de nuestras iglesias. La falta de verdadera santidad era
tal que eran cuerpos de oscuridad y muerte, en lugar de ser la luz
del mundo. Muchos profesaban amar a Dios, pero lo negaban en sus
obras. No lo amaban, servían ni obedecían. Sus propios intereses
egoístas estaban en primer lugar. Un gran número, alarmantemente
parecía carecer de principios. Influencias no consagradas los desvia-
ban y parecían no estar bien arraigados. Pregunté qué significaban
estas cosas. ¿Por qué había tal falta de espiritualidad, y tan pocos
que tuvieran una experiencia viva de las cosas religiosas? Se me
señalaron las palabras del profeta: “Hijo de hombre, estos hombres
han puesto sus ídolos en su corazón, y han establecido el tropiezo de
su maldad delante de su rostro. ¿Acaso he de ser yo en modo alguno
consultado por ellos? Háblales, por tanto, diles: Así ha dicho Jehová
el Señor: Cualquier hombre de la casa de Israel que hubiere puesto
sus ídolos en su corazón, y establecido el tropiezo de su maldad
delante de su rostro, y viniere al profeta, yo Jehová responderé al
que viniere conforme a la multitud de sus ídolos, para tomar a la
casa de Israel por el corazón, ya que se han apartado de mí todos
ellos por sus ídolos”.
Ezequiel 14:3-5
.
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Se me mostró que el pueblo de Dios se había descarriado. No
tiene su mira en la gloria de Dios. Su propia gloria es lo que importa.
Tratan de gloriarse a sí mismos y no obstante se llaman cristianos.
La santidad de corazón y la pureza de la vida era el gran tema
de las enseñanzas de Cristo. En el Sermón del Monte, después de
especificar lo que debe y no debe hacerse para recibir bendiciones,
dice: “Sed, pues, vosotros perfectos, como vuestro Padre que está
en los cielos es perfecto”.
Mateo 5:48
.
La perfección, la santidad, nada menos que esto, les permitiría
practicar los principios que él les había dado. Sin esta santidad el
corazón humano es egoísta, pecador y perverso. La santidad hará
que el que la posee lleve frutos y abunde en buenas obras. Nunca se
cansará de hacer el bien, tampoco tratará de escalar posiciones en
este mundo. Solamente pondrá su interés en el momento cuando la
Majestad del Cielo exaltará a los santificados a su trono. Entonces
les dirá: “Venid, benditos de mi Padre, heredad el reino preparado
para vosotros desde la fundación del mundo”.
Mateo 25:34
. Luego el
Señor enumerará las obras de abnegación, misericordia, compasión