Página 425 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Un llamado a la iglesia
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de su condición y despertar mientras haya misericordia y esperanza,
confesar sus pecados, y humillar sus almas grandemente delante de
Dios, para que él pueda perdonar sus transgresiones y restaurar sus
pecados! El pueblo de Dios no está preparado para las aterradoras,
angustiosas escenas que tenemos por delante, para permanecer libre
del mal y las pasiones entre los peligros y corrupciones de esta era
degenerada. No tienen puesta la armadura de la justicia, y no están
preparados para luchar en contra de la predominante iniquidad. Mu-
chos no obedecen los mandamientos de Dios, no obstante profesan
hacerlo. Si fueran fieles en obedecer todos los estatutos de Dios
tendrían un poder que llevaría convicción a los corazones de los
incrédulos.
He tratado de cumplir con mi deber. He señalado los pecados
específicos de algunos. Se me mostró que en la sabiduría de Dios no
serían revelados los pecados y errores de todos. Todos tendrían luz
suficiente para ver sus pecados y errores, si así lo deseaban y since-
ramente anhelaban dejarlos, y perfeccionar la santidad en el temor
del Señor. Podrían ver qué pecados Dios señalaba y desaprobaba
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en los demás. Si ellos acariciaban estos mismos pecados, debían
darse cuenta de que Dios los aborrecía y estaban separados de él; y
que a menos que celosamente se propusieran dejarlos de lado serían
dejados en tinieblas. Dios es demasiado puro para contemplar la
iniquidad. Un pecado es tan lamentable a su vista en un caso como
en el otro. No hará excepciones un Dios imparcial. Estos testimonios
individuales están dirigidos a todos los que son culpables, aunque
sus nombres puedan no estar ligados con el testimonio especial pre-
sentado; y si las personas pasan por alto y encubren sus propios
pecados porque sus nombres no son mencionados específicamente,
Dios no los hará prosperar. No pueden avanzar en la vida divina,
sino que llegarán a estar cada vez más en tinieblas, hasta que la luz
del Cielo se apartará completamente de ellos.
Los que profesan santidad, pero no están santificados por la
verdad que profesan, no cambiarán sustancialmente su proceder, el
cual -según saben- es desagradable a la vista de Dios, porque no se
los ha hecho pasar por la prueba de ser censurados individualmente
por sus pecados. Ven, por medio de los testimonios de otros, que se
les presenta fielmente su caso. Están fomentando el mismo mal. Al
continuar en su camino de pecado, violan sus conciencias, endurecen