Página 438 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
cada familia y que tienen por fin preservar su pureza y santidad!
Un tercero llega a ser el confidente de la esposa, y ella expone
delante de este amigo especial los asuntos privados de su familia.
Esta es la estratagema de Satanás para separar los corazones del
esposo y la esposa. ¡Oh, que esto pudiera cesar! ¡Cuántas palabras
de advertencia se ahorrarían! Encerrad en vuestros problemas sólo a
Dios. El puede daros un consejo recto y segura consolación, la cual
será pura, y no causará amargura.
Conozco un número de mujeres que piensan que su matrimonio
es una desgracia. Han leído novelas hasta que su imaginación se
ha enfermado, y viven en un mundo que ellas mismas han creado.
Piensan que son mujeres sensibles, de una naturaleza refinada y
superior, y se imaginan que sus esposos no son tan refinados, que
no poseen estas cualidades superiores, y por lo tanto no pueden
apreciar su propia supuesta virtud y refinamiento. En consecuencia
estas mujeres piensan que son grandes víctimas, mártires. Hablan
de esto y piensan en esto hasta que se transforman en maniáticas de
este tema. Se imaginan que valen más que otros mortales, y que sus
delicados sentimientos no se complacen con la compañía de seres
comunes. Estas mujeres se comportan como tontas; y sus esposos
están en peligro de pensar que realmente poseen una mente superior.
De acuerdo con lo que el Señor me ha mostrado, la imaginación
de las mujeres de esta clase ha sido pervertida por la lectura de
novelas, la ensoñación, y la costumbre de construir castillos en el
aire y de vivir en un mundo imaginario. No ocupan su mente en los
deberes comunes y útiles de la vida. No llevan sus propias cargas
que la vida pone en su camino, ni tratan de brindar a sus esposos
un hogar feliz y alegre. Se apoyan en ellos para todo, y no llevan
sus propias cargas. Esperan que otros adivinen sus deseos y los
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cumplan, mientras ellas se sienten libres para criticar y cuestionar
como les plazca. Estas mujeres tienen un sentimentalismo enfermizo,
piensan constantemente que no son apreciadas, que sus esposos no
les brindan toda la atención que merecen. Se imaginan que son
mártires.
La verdad es que, si quisieran mostrarse útiles su valor podría
ser apreciado; pero cuando se comportan de tal modo que constan-
temente necesitan de la atención y simpatía de los demás, mientras
que por otro lado no sienten la obligación de devolver la misma