Página 44 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

40
Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
podrían apreciar la abundancia ofrecida, y en cambio ofrecerle al
Señor sincera gratitud, amor no fingido y devoción.
Pero todavía hay lugar. Se dio entonces la orden: “Vé por los
caminos y por los vallados, y fuérzalos a entrar, para que se llene mi
casa. Porque os digo que ninguno de aquellos hombres que fueron
convidados, gustará de mi cena”.
vers. 23-24
. Aquí tenemos una
clase de gente que será rechazada por Dios porque despreció la
invitación del Maestro. El Señor le dijo a Elí: “Yo honraré a los
que me honran, y los que me desprecian serán tenidos en poco”.
1
Samuel 2:30
. Cristo dice: “Si alguno me sirve, sígame; y donde yo
estuviere, allí también estará mi servidor. Si alguno me sirviere, mi
Padre le honrará”.
Juan 12:26
. No podemos burlarnos de Dios. Si
algunos que tienen la luz la rechazan o no la siguen, se convertirá en
tinieblas para ellos.
El amado Hijo de Dios hizo un inmenso sacrificio para poder
rescatar al hombre caído y exaltarlo a su propia diestra, convertirlo
en heredero del mundo y poseedor del eterno peso de gloria. El len-
[38]
guaje humano no alcanza a expresar el valor de la herencia inmortal.
La gloria, las riquezas y el honor ofrecidos por el Hijo de Dios son
de valor tan infinito, que está más allá de la capacidad del hombre y
aun de los ángeles el dar una idea justa de su dignidad, su excelencia
y su magnificencia. Si los hombres sumergidos en el pecado y la
degradación rehusan estos beneficios celestiales, rehusan participar
de una vida de obediencia, pisotean las invitaciones llenas de gracia
y misericordia, y escogen las miserables cosas de la tierra porque
son visibles, y porque resulta conveniente para obtener placer tem-
poral seguir una conducta pecaminosa, Jesús pondrá en práctica la
ilustración de la parábola: los tales no gustarán de su gloria; pero la
invitación se extenderá a otra clase de gente.
Los que decidan presentar excusas y continuar en pecado y
conformidad con el mundo, serán dejados de lado con sus ídolos.
Llegará el día cuando no pedirán que se los excuse, cuando nadie
querrá ser excusado. Cuando Cristo venga en su gloria y la gloria de
su Padre, rodeado de todos los ángeles del cielo, que lo escoltarán en
su camino con voces de triunfo, mientras los acordes de la música
más encantadora llegarán al oído, todos, entonces, tendrán interés;
no habrá un solo espectador indiferente. La especulación, entonces,
no cautivará el alma. Los montones de oro del usurero, que fueron