Página 47 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La venta de la primogenitura
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de los mundanos. Tratar a nuestro prójimo en toda circunstancia
tal como nos gustaría que nos trataran a nosotros, es una regla que
debemos aplicar prácticamente. Las leyes de Dios deben ser lite-
ralmente obedecidas. En todas nuestras relaciones y nuestros tratos
con nuestros semejantes, ya sean creyentes o incrédulos, debemos
aplicar esta regla: “Amarás a tu prójimo como a ti mismo”.
En esto muchos que profesan ser cristianos no alcanzan la me-
dida de Dios; cuando se los pesa en las balanzas del santuario son
hallados faltos. Querido hermano: “Salid de en medio de ellos, y
apartaos, dice el Señor, y no toquéis lo inmundo; y yo os recibiré,
y seré a vosotros por Padre, y vosotros me seréis hijos e hijas, dice
el Señor Dios Todopoderoso”.
2 Corintios 6:17-18
. ¡Qué promesa
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es ésta! Pero no debemos perder de vista el hecho de que se basa
en la obediencia al mandamiento. Dios lo llama a que se separe del
mundo. No debe seguir sus procedimientos, ni conformar a ellos
su conducta en ningún sentido. “Sino transformaos por medio de la
renovación de vuestro entendimiento, para que comprobéis cuál sea
la buena voluntad de Dios, agradable y perfecta”.
Romanos 12:2
.
Dios pide separación del mundo. ¿Obedecerá usted? ¿Saldrá de
entre ellos y se mantendrá separado y diferente de ellos? “Porque
¿qué compañerismo tiene la justicia con la injusticia? ¿Y qué co-
munión la luz con las tinieblas?”
2 Corintios 6:14
. Usted no puede
mezclarse con los mundanos, participar de su espíritu y seguir su
ejemplo, y ser al mismo tiempo un hijo de Dios. El Creador del uni-
verso se dirije a usted como un Padre afectuoso. Si usted se separa
del mundo y sus afectos, y se mantiene libre de su contaminación, al
huir de la corrupción que existe en el mundo por causa de la concu-
piscencia, Dios será su Padre, lo adoptará en el seno de su familia,
y usted será su heredero. En lugar del mundo le dará, a cambio de
una vida de obediencia, el reino que se encuentra debajo de todos
los cielos.
Su Padre celestial le propone convertirlo en un miembro de la
familia real, para que por medio de sus preciosas y grandísimas
promesas usted llegue a participar de la naturaleza divina, habiendo
huido de la corrupción que existe en el mundo por causa de la
concupiscencia. Mientras más participe usted del carácter de los
ángeles puros y sin pecado, y de Cristo su Redentor, más vívidamente
llevará usted la impronta de lo divino, y más débil será su semejanza