Página 471 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Mensaje a los ministros
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Algunos no estudian la Biblia cuidadosamente. No sienten in-
clinación por el estudio diligente de la Palabra de Dios. Como con-
secuencia de este descuido han trabajado en condiciones de gran
desventaja y en sus esfuerzos como ministros no han logrado realizar
ni una décima parte de la obra que podrían haber hecho si hubieran
visto la necesidad de dedicar sus mentes al estudio minucioso de la
Palabra. Hubieran llegado a estar tan familiarizados con las Escritu-
ras, tan firmes en los argumentos bíblicos, que podrían enfrentar a
los contrarios y presentar las razones de nuestra fe de tal modo que
la verdad triunfaría y silenciaría su oposición.
Los ministros de la Palabra deben tener un conocimiento tan
completo de ella como les sea posible obtener. Deben estar conti-
nuamente investigando, orando y aprendiendo, o el pueblo de Dios
avanzará en el conocimiento de su Palabra y voluntad, y dejará a
estos profesos maestros muy atrás. ¿Quién instruirá al pueblo cuan-
do están más adelantados que sus maestros? Todos los esfuerzos
de tales ministros son infructuosos. Es necesario que el pueblo les
enseñe la Palabra de Dios más perfectamente antes que sean capaces
de instruir a otros.
Algunos ya habrían podido ser obreros cabales si hubieran hecho
buen uso de su tiempo, sabiendo que tendrían que dar razón ante
Dios de los momentos malgastados. Han desagradado a Dios porque
no han sido trabajadores. La complacencia propia, el amor propio, y
el amor egoísta a la comodidad han mantenido a algunos alejados de
lo bueno, les han impedido obtener un conocimiento de las Escrituras
a fin de que pudieran estar enteramente preparados para toda buena
obra. Algunos no aprecian el valor del tiempo y han permanecido
ociosos en la cama en horas que podrían haber empleado en el
estudio de la Biblia. Hay unos pocos asuntos en los que se han
espaciado mayormente, con los que están familiarizados, y de los
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que pueden hablar de un modo aceptable; pero en gran medida se
han quedado en esto. No se han sentido completamente satisfechos
consigo mismos, y a veces se han dado cuenta de sus deficiencias;
sin embargo no han tomado real conciencia del crimen de descuidar
el conocimiento de la Palabra de Dios, la cual profesan enseñar. Por
causa de su ignorancia el pueblo está desengañado; no reciben el
entendimiento que podrían obtener de ellos y que esperan obtener
de parte de ministros de Cristo.