Página 473 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Mensaje a los ministros
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contados entre ellos. Tenéis por delante preciosos momentos. Os
insto a redimir el tiempo.
Pablo exhortó a Timoteo: “Procura con diligencia presentarte
a Dios aprobado, como obrero que no tiene de qué avergonzarse,
que usa bien la palabra de verdad”. “Pero desecha las cuestiones
necias e insensatas, sabiendo que engendran contiendas. Porque
el siervo del Señor no debe ser contencioso, sino amable para con
todos, apto para enseñar, sufrido; que con mansedumbre corrija a
los que se oponen, por si quizá Dios les conceda que se arrepientan
para conocer la verdad, y escapen del lazo del diablo, en que están
cautivos a voluntad de él”.
2 Timoteo 2:15, 23-26
.
A fin de llevar a cabo la obra que Dios les requiere, los ministros
deben estar preparados para su función. El apóstol Pablo, en su
carta a los Colosenses, habla del siguiente modo con respecto al
ministerio: “De la cual (la iglesia) fui hecho ministro, según la
administración de Dios que me fue dada para con vosotros, para
que anuncie cumplidamente la palabra de Dios, el ministerio que
había estado oculto desde los siglos y edades, pero que ahora ha
sido manifestado a sus santos, a quienes Dios quiso dar a conocer
las riquezas de la gloria de este ministerio entre los gentiles; que
es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria, a quien anunciamos,
amonestando a todo hombre, y enseñando a todo hombre en toda
sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo Jesús a todo hombre;
para lo cual también trabajo, luchando según la potencia de él, la
cual actúa poderosamente en mí”.
Colosenses 1:25-29
.
No es menor el aprecio y la devoción hacia la obra del ministerio
que Dios requiere de sus siervos que viven tan cerca del fin de todas
las cosas. No puede aceptar el trabajo de los obreros a menos que la
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vida y el poder de la verdad que presentan a otros sea una realidad en
sus propios corazones. No aceptará nada que no sea una obra seria,
activa, llevada a cabo por un corazón celoso. Se requiere vigilancia
y fecundidad para esta gran obra.
Hermanos, os falta devoción y consagración a la obra. Vuestros
corazones son egoístas. Debéis corregir vuestras deficiencias, o den-
tro de poco tiempo os sentiréis fatalmente defraudados: perderéis
el Cielo. Dios no pasa por alto el descuido en el cumplimiento fiel
de la obra que ha encomendado a sus siervos. Muchos que trabajan
en el ministerio carecen de energía perseverante y una confianza