Página 483 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Mensaje a los ministros
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sentimientos ateos. Se detienen en las influencias desalentadoras
que afectan de tal modo su fe, esperanza y valor en relación con la
verdad y el éxito final de la obra y la causa a la que están entregados,
que la duda se transforma en una virtud especial. A veces parece
que realmente se complacieran en insistir en la posición del infiel
y fortalecer su descreimiento con cada caso que puedan encontrar
como excusa de sus tinieblas. A los tales les diría: Sería mejor que
bajaran y dejaran los muros de Sion hasta que lleguen a ser hombres
convertidos y buenos cristianos. Antes que toméis la responsabilidad
de ser ministros, Dios requiere que os separéis del amor por este
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mundo. La recompensa de los que continúan en esta posición dudosa
ser la que reciban los temerosos e incrédulos.
Pero ¿cuál es la razón de estas dudas, de esa oscuridad y descrei-
miento? Respondo: Estos hombres no están bien con Dios. No son
honestos y sinceros con su propia alma. Han descuidado el cultivo
de la piedad personal. No se han separado de todo egoísmo, y del
pecado y de los pecadores. No han estudiado la vida de abnegación
de nuestro Señor, ni han logrado imitar su ejemplo de pureza, de-
voción y renunciamiento. El pecado que fácilmente ataca, ha sido
fortalecido por la indulgencia. Por su propia negligencia y pecado se
han separado de la compañía del divino Maestro, y él se ha adelanta-
do a ellos un día de camino. Tienen de compañeros a los indolentes,
los perezosos, los descarriados, los incrédulos, los irreverentes, los
desagradecidos, los impíos, y a sus asistentes, los malos ángeles.
¿Por qué maravillarse de que tales personas estén en tinieblas, o de
que tengan dudas doctrinales? “El que quiera hacer la voluntad de
Dios, conocerá si la doctrina es de Dios”.
Juan 7:17
. Tendrá certeza
acerca de este asunto. Esta promesa debiera ahuyentar todas las
dudas e interrogantes. Es la separación de Cristo lo que trae dudas.
A él lo siguen los fervientes, los honestos, los sinceros, los fieles,
los humildes, los mansos y los puros, a quienes los santos ángeles,
vestidos con los atavíos celestiales, están santificando, iluminando,
purificando y protegiendo; pues van en dirección al cielo.
No se necesita mayor evidencia de que una persona está muy
lejos de Jesús, y está descuidando la oración secreta y la piedad
personal, que el hecho de que exprese dudas y descreimiento porque
está en un ambiente desfavorable. Tales personas no tienen la reli-
gión pura, verdadera, inmaculada de Cristo. Tienen un objeto espurio