Página 494 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
ejercicio hagamos, mejor será la circulación de la sangre. Más gente
muere por falta de ejercicio que por exceso de fatiga; son más los
que se echan a perder por el ocio que por el ejercicio. Los que se
acostumbran a hacer ejercicio apropiado al aire libre, generalmente
tienen una buena y vigorosa circulación. Dependemos más del aire
que respiramos que de los alimentos que ingerimos. Los hombres y
las mujeres, jóvenes y mayores, que desean tener buena salud, y que
les gustaría tener una vida activa, debieran recordar que no pueden
tenerlas sin una buena circulación. Cualquiera que sea su ocupación
o inclinación, debieran decidirse a realizar tanto ejercicio al aire
libre como puedan. Debieran considerar que es un deber religioso
sobreponerse al estado de salud que los ha mantenido confinados en
el interior de sus casas, privados del ejercicio al aire libre.
Algunos inválidos llegan a obstinarse en este asunto y se niegan
a aceptar la gran importancia del ejercicio diario al aire libre, por
el cual pueden obtener una provisión de aire puro. Por temor de
tomar frío, persisten, año tras año, en hacer su voluntad y vivir en
un ambiente sin vitalidad. Es imposible para esta clase de personas
tener una circulación saludable. El organismo completo sufre por
falta de ejercicio y aire puro. La piel se debilita y se vuelve más
sensible a cualquier cambio atmosférico. Se ponen ropa adicional y
aumentan el calor de las habitaciones. El día siguiente requiere un
poco más de calor y un poco más ropa para sentirse perfectamente
abrigados, y así satisfacen cada sentimiento cambiante hasta que
tienen muy poca vitalidad para soportar el frío. Algunos preguntan:
“¿Qué haremos? ¿Quiere que pasemos frío?” Si agregáis ropa, que
sea muy poca, y haced ejercicio, si es posible, para recuperar el
calor que necesitáis. Si realmente no podéis hacer ningún ejercicio
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activo, calentáos junto al fuego; pero tan pronto como entréis en
calor, quitaos la ropa extra y alejaos del fuego. Si los que pueden,
se ocuparan de una labor activa para apartar los pensamientos de
sí mismos, generalmente se olvidarían de que sentían frío y no se
perjudicarían. Debierais bajar la temperatura de vuestra habitación
tan pronto como hayáis recuperado vuestro calor habitual. Para los
inválidos que tienen los pulmones débiles, nada es peor que una
atmósfera muy caliente.
Con demasiada frecuencia los inválidos se privan de la luz solar.
Este es uno de los agentes más sanadores de la naturaleza. Es un