Página 495 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Ejercicio y aire
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remedio muy sencillo, y por eso no muy de moda, disfrutar de los
divinos rayos del sol y hermosear nuestro hogar con su presencia.
Está de moda cuidar de excluir la luz del sol de nuestras salas y
dormitorios; se cuelgan cortinas y se cierran las celosías, como si
sus rayos fueran perjudiciales para la vida y la salud. No es Dios
el que nos ha enviado las muchas penas que sufren los mortales.
Nuestra propia insensatez nos ha llevado a privarnos de cosas que
son preciosas, de bendiciones que Dios ha provisto, y que, si se usan
correctamente, son de inestimable valor para recuperar la salud. Si
deseáis que vuestros hogares sean dulces y acogedores, iluminadlos
con aire y sol. Quitad las pesadas cortinas, abrid las ventanas y las
celosías, y disfrutad de la rica luz del sol, aun a costa del color de las
alfombras. Los preciosos rayos del sol pueden descolorar vuestras
alfombras, pero darán un color saludable a las mejillas de vuestros
hijos. Si tenéis la presencia de Dios y poseéis corazones fervientes y
amantes, un hogar humilde, brillante de aire y sol y alegre con una
hospitalidad sin egoísmo, será para vuestra familia y para el cansado
viajero, un cielo en la tierra.
A muchos les han enseñado desde la niñez que el aire nocturno
es muy perjudicial para la salud, y por eso debe excluirse de las
habitaciones. Para su propio daño cierran las ventanas y puertas de
los dormitorios para protegerse del aire nocturno, que dicen que es
tan peligroso para la salud. En esto se engañan. En el fresco de la
noche puede ser necesario protegerse del frío con ropa extra, pero
debieran dar aire a sus pulmones.
Una noche de otoño viajábamos en un coche lleno, donde el aire
se había contaminado por la respiración de tanta gente. Las exhala-
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ciones de los pulmones y los cuerpos me produjeron una tremenda
sensación de náusea. Levanté mi ventanilla y estaba disfrutando del
aire fresco, cuando una dama, en tono serio e implorante, exclamó:
“Por favor, baje esa ventanilla. Se va a enfriar y a enfermar, porque
el aire nocturno es tan malsano”. Le contesté: “Señora, no tenemos
otro aire, en este coche o afuera, sino el aire nocturno. Si se niega
a respirar el aire nocturno, entonces debe dejar de respirar. Dios
ha provisto para sus criaturas aire para respirar durante el día, y el
mismo aire, un poco más fresco, para la noche. En la noche no es
posible respirar otra cosa que no sea el aire nocturno. La cuestión es:
¿Será el aire nocturno que respiramos puro, o es de mejor calidad