Página 497 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Ejercicio y aire
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nes tendrían una actividad bien necesaria, puesto que es imposible
salir al tonificante aire de una mañana invernal sin llenar bien los
pulmones.
Algunos piensan que las riquezas y el ocio son realmente ben-
diciones. Pero cuando algunas personas se enriquecen, o inespe-
radamente heredan una fortuna, interrumpen sus hábitos activos,
están ociosos, viven cómodamente, su utilidad parece terminar; se
vuelven intranquilos, ansiosos e infelices, y su vida pronto se acaba.
Los que siempre están ocupados, y llevan a cabo alegremente sus
tareas diarias, son los más felices y más sanos. El descanso y la
calma de la noche brinda a sus cuerpos cansados un continuado
sueño. El Señor sabía lo que traería felicidad al hombre, cuando
le dio el trabajo. La sentencia de que el hombre debe trabajar para
ganar su pan, y la promesa de futura felicidad y gloria, vinieron del
mismo trono. Ambas son bendiciones. Las mujeres preocupadas por
la moda son inútiles para la prosecución de los buenos propósitos de
la vida. Poseen muy poca fuerza de carácter, tienen poca voluntad
moral y energía física. Su más alta meta es ser admiradas. Mueren
prematuramente y no se las extraña, pues no han sido una bendición
para nadie.
El ejercicio ayuda a la digestión. Salir a caminar después de
comer, con la cabeza erguida, enderezando los hombros y haciendo
un moderado ejercicio, será de gran beneficio. La mente se apartaría
de uno mismo, y se concentraría en las bellezas de la naturaleza.
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Cuanto menos se presta atención al estómago después de una comida,
mejor. Si constantemente teméis que la comida os haga mal, muy
probablemente sucederá así. Olvidáos de vosotros mismos y pensad
en algo alegre.
Muchos son víctimas de la idea errónea de que si se han resfria-
do deben excluir el aire exterior y aumentar la temperatura de su
habitación hasta que sea excesivamente alta. El organismo puede
estar descompuesto, los poros pueden estar cerrados por el material
de desecho, y los órganos internos más o menos inflamados, porque
la sangre se ha retirado de la superficie y se ha ido hacia ellos. En
estos casos, más que en otros, no se debiera privar a los pulmones
de aire puro y fresco. Si hay un momento en que el aire puro es
necesario, es cuando alguna parte del organismo, como los pulmones
o el estómago, se enferma. Un ejercicio juicioso llevaría la sangre