Página 501 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Ejercicio y aire
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grado a la salud de su propia alma y su propio cuerpo. Hacer el
bien beneficia tanto al dador como al receptor. Si olvidáis al yo en
vuestro interés por los demás, ganáis una victoria sobre vuestras
flaquezas. La satisfacción que sentiréis al hacer el bien os ayudará
en gran manera a recuperar la salud de la imaginación. El placer
de hacer el bien anima la mente y vibra a través de todo el cuerpo.
Mientras que el rostro de los hombres benevolentes se ilumina de
alegría, y su aspecto expresa el elevado nivel moral de la mente,
el rostro de los hombres egoístas y avaros está abatido, decaído y
melancólico. Sus defectos morales se dejan ver en su semblante.
El egoísmo y el amor propio dejan su propio sello en el hombre
exterior. La persona motivada por una verdadera y desinteresada
benevolencia participa de la naturaleza divina, habiendo escapado a
la corrupción que está en el mundo por la concupiscencia; mientras
que los egoístas y avaros han fomentado su egoísmo al punto de
marchitar sus simpatías sociales, y su semblante refleja la imagen
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del enemigo caído, más bien que la pureza y la santidad.
Enfermos, os aconsejo que arriesguéis algo. Despertad vues-
tra fuerza de voluntad, y al menos probad esto. Quitad vuestros
pensamientos y afectos de vosotros mismos. Andad por fe. ¿Sentís
inclinación por centrar vuestros pensamientos en vosotros mismos,
temiendo hacer ejercicio, y temiendo que si os exponéis al aire per-
deréis vuestra vida? Resistid esos pensamientos y sentimientos. No
os rindáis a vuestra imaginación enfermiza. Si fracasáis en la prueba,
moriréis. Y ¿qué problema hay si morís? Es mejor que se pierda
una vida antes que muchas sean sacrificadas. Los caprichos o ideas
que albergáis, no sólo están destruyendo vuestra propia vida, sino
también perjudicando a aquellos cuya vida es más valiosa que la
vuestra. Pero la conducta que os recomendamos no os privará de
la vida, ni os dañará. Os beneficiaréis con ella. No es necesario
que seais precipitados o imprudentes. Empezad moderadamente a
tomar más aire y hacer ejercicio, y seguid nuestra reforma hasta que
lleguéis a ser útiles, a ser una bendición para vuestras familias y
para todos los que os rodean. Que vuestro juicio os convenza de que
el ejercicio, la luz solar, y el aire son las bendiciones que el cielo
ha provisto para sanar a los enfermos y mantener sanos a los que
no están enfermos. Dios no os priva de estas gratuitas bendiciones
otorgadas por el cielo, pero vosotros os habéis castigado a vosotros