Página 505 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Reprensión del egoísmo
Estimado Hno. A,
Desde el Congreso de Illinois, su caso me ha preocupado mu-
cho. Cuando recuerdo algunas cosas que se me mostraron acerca
de los ministros, especialmente usted, me siento tremendamente
angustiada. En la reunión de Illinois hablé especialmente acerca de
las cualidades de un ministro. Cuando presenté ante la gente las
cualidades de un ministro que lleva el solemne mensaje para estos
últimos días, mucho de lo que dije se refería a usted, y esperé oír
algún reconocimiento suyo. Antes que hablara, su esposa conversó
con la hermana Hall acerca de su desaliento. Dijo que usted no sabía
si era su deber predicar; dudaba acerca de cuál era su deber, y estaba
desanimado, y no trabajaba como lo haría si se sintiera seguro. La
hermana Hall me sugirió que, si pronunciaba una palabra de aliento
para usted, agradaría a su esposa. Le dije a la hermana Hall que
no tenía ninguna palabra de aliento que decir, y que si usted estaba
indeciso sería mejor que esperara hasta que conociera su deber por
sí mismo. Entonces hablé de las cualidades de un ministro de Cristo;
y si hubiera cumplido cabalmente mi misión, le hubiera hablado cla-
ramente a usted mientras estábamos en la plataforma. La presencia
de no creyentes fue la única razón que me detuvo. En Minnesota
también me sentí preocupada por el proceder de nuestros ministros,
al ver al hermano B y conversar con él acerca de sus defectos, que
se interponían a su obra de salvar almas. Su manera de ocuparse
de las cosas de esta vida nuevamente trajo su caso tan claramen-
te ante mí, que si hubiera estado bien, le hubiera escrito antes de
dejar el congreso. No tuvimos un período de descanso, sino que
vinimos directamente a Wisconsin. Estuve enferma; sin embargo
Dios me fortaleció para cumplir con mi deber ante la gente. Cuando
estaba frente al público reconocí algunos rostros que no recuerdo
haber visto antes. Nuevamente, su caso se me presentó claramente,
en conexión con otros. Este era el lugar donde su influencia había
sido una devastadora maldición más bien que una bendición. Era
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