Página 506 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
también el lugar donde hasta usted podría haber hecho mucho bien.
Si hubiera estado consagrado a Dios y hubiera trabajado sin egoísmo
por la salvación de las almas por las que Cristo murió, sus esfuerzos
hubiesen sido un completo éxito. Usted comprendía los argumentos
en favor de nuestra posición. Las razones de nuestra fe, presentadas
a la mente de los que no han sido iluminados acerca de ella, dejan
una decidida impresión, si las mentes no están llenas de prejuicio
para no aceptar las evidencias. Vi a algunos que tenían las mejores
características para llegar a ser excelentes cristianos observadores
del sábado en las cercanías de _____ y _____. Pero mientras algu-
nos estaban encantados con la bella cadena de verdades, y estaban
a punto de decidirse por ellas, usted dejó el campo sin completar
la obra que había emprendido. Eso fue peor que si nunca hubiera
entrado en ese campo. Ese interés nunca podrá despertarse de nuevo.
Por años hemos recibido luz en cuanto a este punto, mostrando
la necesidad de continuar fomentando el interés que se haya desper-
tado, y de ningún modo dejar de trabajar hasta que todos los que
se inclinan por la verdad se hayan decidido, hayan experimentado
la conversión necesaria para el bautismo y se hayan unido a alguna
iglesia o hayan formado ellos mismos una iglesia. No hay circuns-
tancias suficientemente importantes para apartar a un ministro de su
obra cuando la presentación de la verdad ha suscitado interés. Aun la
enfermedad y la muerte son de menor importancia que la salvación
de las almas por las que Cristo hizo tan inmenso sacrificio. Los
que sienten la importancia de la verdad y el valor de las almas por
las que Cristo murió, no abandonarán por ninguna razón el interés
despertado en la gente. Dirán: Dejad que los muertos entierren a
sus muertos. Los intereses del hogar, las tierras y propiedades, no
debieran ejercer el más mínimo poder para apartarlos del campo
de trabajo. Si los ministros permiten que estas cosas temporales
los distraigan de la obra, el único camino que les queda es dejar
todo, no poseer tierras o intereses temporales que puedan influir para
apartarlos de la solemne obra de estos últimos días. Un alma es de
mayor valor que el mundo. ¿Cómo pueden los hombres que profesan
haberse entregado a la sagrada obra de salvar almas, permitir que
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sus pequeñas pasiones temporales absorban su mente y su corazón,
y los aparten de la elevada vocación que profesan haber recibido de
Dios?