Página 51 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La venta de la primogenitura
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esperanza, valor y fe. Pero no descuide la oración, la oración secreta.
Persevere en la oración; aliente un espíritu de verdadera devoción.
Tiene una obra que hacer en sus actividades comerciales. Exacta-
mente qué, no se lo puedo decir; pero algo anda mal. Investigue
cuidadosamente. Estamos trabajando para la eternidad. Todos nues-
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tros actos, todas nuestras palabras, serán pesados en las balanzas del
santuario. Un Dios justo e imparcial decidirá todos nuestros casos,
cada suceso de la historia de nuestra vida. “El que es fiel en lo muy
poco, también en lo más es fiel; y el que en lo muy poco es injusto,
también en lo más es injusto”.
Lucas 16:10
.
No permita que nada le impida progresar en el camino de la vida
perdurable. Su interés eterno está en juego. En usted debe hacerse
una obra completa. Deberá convertirse plenamente, o no llegará
al Cielo. Pero Jesús lo invita a hacer de él su fortaleza, su apoyo.
Será para usted una ayuda siempre presente en todo momento de
necesidad; como la sombra de un gran peñasco en tierra desolada. No
permita que su gran preocupación sea tener éxito en este mundo; por
el contrario, la carga de su alma debería ser cómo alcanzar el mundo
mejor, qué hacer para ser salvo. Al salvar su propia alma, salvará a
otros. Al elevarse a sí mismo, elevará a los demás. Al aferrarse de la
verdad y del trono de Dios, ayudará a otros a fijar su temblorosa fe
en sus promesas y en su trono eterno. Usted debe llegar a la situación
de valorar más la salvación que las ganancias terrenales, y considerar
todo como pérdida para ganar a Cristo. Su consagración debe ser
completa. Dios no permitirá que usted se reserve algo; no aceptará
un sacrificio dividido; no puede albergar ídolos. Debe morir al yo y
al mundo. Renueve cada día su consagración a Dios. La vida eterna
merece un esfuerzo de toda la existencia, perseverante e incansable.
Se me mostró que su hermano estuvo convencido de la verdad
por un tiempo, pero que ciertas influencias lo indujeron a apartarse.
Su esposa le impidió obedecer sus convicciones. Pero en su aflicción
ella buscó al Señor, y lo encontró. Entonces se preocupó de que su
esposo abrazara la verdad; se arrepintió de haberse opuesto a él,
de que su orgullo y amor al mundo le habían impedido por tanto
tiempo que recibiera la verdad. Como un niño fatigado que procura
descanso sin poder obtenerlo, por fin aceptó esta invitación llena de
gracia: “Venid a mí todos los que estáis trabajados y cargados, y yo
os haré descansar”.
Mateo 11:28
. Su alma cansada y cargada buscó