Página 513 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Reprensión del egoísmo
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Cristo los ha elegido de entre el mundo. El mundano no comprende
el misterio de la piedad, por lo tanto no conoce los motivos que
los impulsan. Sin embargo, el espíritu y la vida que poseen, que
se manifiestan en su conversación celestial, su negación propia, su
sacrificio, su vida intachable tienen un poder convincente que lle-
vará a los incrédulos a toda verdad, a la obediencia a Cristo. Son
ejemplos vivos porque son como Cristo. Son la luz del mundo, la
sal de la tierra, y su influencia en los demás es salvadora. Son los
representantes de Cristo en la tierra. Sus objetivos y deseos no están
inspirados por las cosas terrenales, tampoco pueden trabajar por la
paga, ni sienten un amor egoísta por ella. Los intereses eternos son
suficientes para contrabalancear cada atracción mundana. Un cris-
tiano genuino trabajará sólo para agradar a Dios, poniendo la mira
sólo en su gloria y disfrutando la recompensa de hacer su voluntad.
Especialmente los ministros debieran conocer el carácter y las
obras de Cristo, para poder imitarlo; pues el carácter y las obras de
un verdadero cristiano son como las de él. El dejó su gloria, sus
dominios, sus riquezas, y vino en busca de los que estaban muriendo
en el pecado. Se humilló hasta sufrir nuestras necesidades, para
poder exaltarnos hasta el cielo. El sacrificio, la abnegación y la
benevolencia desinteresada caracterizaron su vida. El es nuestro
Modelo. ¿Ha imitado usted, hermano A, al Modelo? Respondo: No.
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El es un ejemplo perfecto y santo, dado para que lo imitemos. No
podemos igualar el Modelo, pero no seremos aprobados por Dios
si no lo copiamos, y de acuerdo con la capacidad que Dios nos ha
dado, nos asemejamos a él. El amor por las almas por las que Cristo
murió nos llevará a la negación propia y a desear hacer cualquier
sacrificio con el fin de ser colaboradores con Cristo en la salvación
de las almas.
La obra de los siervos elegidos por Dios será fructífera si está
moldeada de acuerdo a él. Sus palabras y obras son los canales a
través de los cuales los puros principios de la verdad y la santidad
llegan al mundo. Sus vidas ejemplares los hacen la luz del mundo
y la sal de la tierra. Los siervos de Dios debieran, con la mano de
la fe, asirse del poderoso brazo y recoger los divinos rayos de lo
alto, mientras que con la mano del amor, alcanzan a las almas que
perecen. Se necesita diligencia en esta obra. La indolencia hará que
las almas que podrían ser salvas, sean arrastradas más allá de nuestro