Página 514 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
alcance. Dios quiere en su servicio a ministros que sean despiertos,
enérgicos y perseverantes, que sean fieles vigías en los muros de
Sión, atentos para escuchar las palabras del divino Maestro y fieles
en proclamarlas a la gente.
Usted se parece mucho a Meroz. Es muy diligente cuando lo que
hace le brindará alguna ventaja, pero no encuentra motivo para ser
especialmente diligente a menos que se haya de beneficiar. Usted
es claramente un hombre perezoso. Puede ingerir sus alimentos
regularmente, pero no siente ninguna atracción por el trabajo físico.
Ningún hombre puede trabajar como ministro a menos que sea
industrioso, diligente en sus ocupaciones, y fiel en el cumplimiento
de todos sus deberes sociales y públicos de la vida. Dios nos ha
elegido como sus siervos, para su obra, que requiere perseverante
energía. No debemos transformarnos en personas mimadas, rehuir
el esfuerzo, las penurias y los conflictos.
Se me señalaron las siguientes palabras inspiradas: “Porque no
nos predicamos a nosotros mismos, sino a Jesucristo como Señor, y
a nosotros como vuestros siervos por amor de Jesús. Porque Dios,
que mandó que de las tinieblas resplandeciese la luz, es el que res-
plandeció en nuestros corazones, para iluminación del conocimiento
de la gloria de Dios en la faz de Jesucristo. Pero tenemos este tesoro
en vasos de barro, para que la excelencia del poder sea de Dios, y no
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de nosotros, que estamos atribulados en todo, mas no desesperados;
perseguidos, mas no desamparados; derribados, pero no destruidos;
llevando en el cuerpo siempre por todas partes la muerte de Jesús, pa-
ra que también la vida de Jesús se manifieste en nuestros cuerpos”.
2
Corintios 4:5-10
. La suficiencia del apóstol no provenía de él mismo,
sino de la presencia y el poder del Espíritu Santo, cuyas bondadosas
influencias llenaban su alma, trayendo cada pensamiento en sujeción
y obediencia a Cristo. Su ministerio fue fructífero.
El primer gran mandamiento es: “Amarás al Señor tu Dios con
todo tu corazón”. Y el segundo es semejante: “Amarás a tu prójimo
como a ti mismo”. De estos dos mandamientos dependen todo el
interés y el deber de los seres humanos. Los que cumplen su deber
hacia los demás, como quisieran que los otros hagan con ellos,
alcanzarán una posición en la cual Dios se les pueda revelar. Serán
aprobados por él. Son perfeccionados en amor, y sus esfuerzos y
oraciones no serán en vano. Están continuamente recibiendo gracia