Página 515 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Reprensión del egoísmo
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y verdad de la suprema Fuente, y del mismo modo transmiten a otros
gratuitamente la divina luz y la salvación que reciben. En ellos se
cumple lo que dice la Escritura: “Tenéis por fruto la santificación, y
como fin, la vida eterna”.
Romanos 6:22
.
El egoísmo es abominación a la vista de Dios y de los santos
ángeles. Por causa de este pecado muchos no obtienen las cosas
buenas que podrían disfrutar. Miran con ojos egoístas sus propios
intereses, y no aprecian ni buscan el interés de los demás como
buscan el suyo. Invierten la orden de Dios. En lugar de hacer a los
otros lo que desean que los otros les hagan a ellos, hacen para sí
lo que desean que los otros les hagan, y hacen a los otros lo que
les disgustaría mucho que les hicieran a ellos. Esto es lo que usted
necesita aprender. El amor es de Dios. Usted no tiene el amor que
moraba en el corazón de Cristo. El corazón no consagrado no puede
originar, ni producir esta planta de origen celestial, que para florecer,
debe ser regada constantemente con el rocío del Cielo. Puede florecer
sólo en el corazón donde reina Cristo. Este amor no puede vivir ni
florecer sin acción; no puede actuar sin aumentar en fervor y extender
y difundir su naturaleza a los demás. Usted carece en gran medida
de este principio, y así todo ha estado oscuro donde su presencia
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podría haber traído la luz.
Hermano mío, usted necesita una completa transformación, una
cabal conversión. Sin esto es solamente un guía ciego. Su influencia
no aumenta el amor y la unión de los que están con usted. En vez
de construir, ejerce una influencia que desparrama. Usted ha sido
una maldición para el oeste con sus deficiencias. Mientras que sea
tan deficiente en la gracia de Dios, y tan dado al egoísmo, no puede
elevar a la iglesia a la posición que Dios requiere que ocupe. “De
la cual fui hecho ministro, según la administración de Dios que me
fue dada para con vosotros, para que anuncie cumplidamente la
palabra de Dios, el misterio que había estado oculto desde los siglos
y edades, pero que ahora ha sido manifestado a sus santos, a quienes
Dios quiso dar a conocer las riquezas de la gloria de este misterio
entre los gentiles; que es Cristo en vosotros, la esperanza de gloria,
a quien anunciamos, amonestando a todo hombre, y enseñando a
todo hombre en toda sabiduría, a fin de presentar perfecto en Cristo
Jesús a todo hombre; para lo cual también trabajo, luchando según