Página 517 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Fanatismo e ignorancia
Hermano E,
Cuando estuve en Róchester, Nueva York, el 25 de diciembre
de 1865, antes de visitar el estado de Maine, vi algunas cosas re-
lacionadas con las inquietantes y desanimadoras condiciones de la
causa en ese estado. Se me mostró que muchos que pensaban que su
deber era enseñar la Palabra de Dios en público habían errado en su
obra. No habían sido llamados a dedicarse a esta obra solemne y de
responsabilidad. No estaban capacitados para la obra del ministerio,
pues no podían instruir correctamente a otros.
Algunos habían obtenido su experiencia entre un grupo de re-
ligiosos fanáticos que no tenían un concepto correcto del carácter
elevado de la obra. La experiencia religiosa de este grupo de profe-
sos adventistas del séptimo día no era confiable. No tenían principios
firmes que sustentaran sus acciones. Eran confiados en sí mismos
y jactanciosos. Su religión no consistía en actos justos, verdadera
humildad de alma y sincera devoción a Dios; sino de impulsos, ruido
y confusión, salpicados de excentricidades y rarezas. No habían sen-
tido, ni tampoco podían sentir, la necesidad de estar revestidos con
la justicia de Cristo. Tenían una justicia propia, que era como trapos
de inmundicia, y que Dios en ningún caso puede aceptar. Estas per-
sonas no amaban la unión y la armonía de acción. Se deleitaban en
el desorden. Preferían la confusión, el aturdimiento y la diversidad
de opiniones. Eran ingobernables, insumisos, irregenerados y sin
consagración. Y ese elemento de confusión estaba de acuerdo con
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sus mentes indisciplinadas. Eran una maldición para la causa de
Dios y deshonraban el nombre de Adventistas del Séptimo Día.
Estas personas no habían experimentado la obra de reforma, o
santificación por medio de la verdad. Eran toscos e incultos. Nun-
ca habían gustado el dulce y puro refinamiento del mundo futuro.
Nunca habían experimentado el misterio de la piedad, ni sus cora-
zones se habían admirado ante él. Colocaban las cosas divinas y
eternas en el mismo nivel que las cosas comunes, y hablaban del
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