Página 519 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Fanatismo e ignorancia
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orgullo y falta de humildad a todo carácter refinado y elevado. La
vulgaridad y la ignorancia son consideradas humildad.
Con este grupo usted ha obtenido una gran parte de su experien-
cia religiosa; por lo tanto, no está capacitado para la obra de enseñar
el más solemne, refinado, elevador y además el más aprobatorio
mensaje dado a los mortales. Usted puede alcanzar cierta clase de
mentes, pero sus esfuerzos apartarán a la porción más inteligente de
la comunidad. Usted no conoce suficientemente ni lo más elemental
de la educación para ser un instructor de hombres y mujeres que
tienen un astuto diablo que por su lado sugiere y planea modos de
apartarlos de la verdad.
A los maestros de las escuelas comunes se les exige ser idóneos
en su trabajo. Se los examina rigurosamente para comprobar si se
pueden confiar los niños a su cuidado. Se investiga el esmero de sus
calificaciones, para comprobar si están a la altura de la importancia
del puesto que se les pide que ocupen. Vi que la obra de Dios es de un
carácter tanto más exaltado y de tanto mayor interés, cuanto lo eterno
está por encima de lo temporal. Un error cometido aquí no se puede
reparar. Es de infinita importancia que todos los que salen a enseñar
la verdad estén capacitados para hacer su trabajo. Se debiera hacer
un estudio de su habilidad para enseñar la verdad, no menos estricto
que en el caso de los que enseñan en nuestras escuelas. La obra de
Dios ha sido disminuida por la conducta relajada y negligente que
han seguido los profesos ministros de Cristo.
Se me mostró que los ministros deben ser santos y conocer la
Palabra de Dios. Debieran estar familiarizados con las doctrinas
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bíblicas y preparados para dar razón de su esperanza, o cesar en sus
esfuerzos y dedicarse a otra profesión en la que su deficiencia no
acarree tan tremendas consecuencias. Los ministros de las denomi-
naciones populares de este tiempo son predicadores aceptables si
pueden hablar acerca de unos pocos puntos sencillos de la Biblia;
pero los ministros que difunden una verdad impopular para estos
últimos días, que tienen que encontrarse con hombres instruidos,
hombres de mentes vigorosas, y opositores de toda clase, debieran
estar bien preparados. No debieran tomar la responsabilidad de ense-
ñar la verdad a menos que estén capacitados para ese trabajo. Antes
de comprometerse o dedicarse a la obra debieran ser estudiosos de
la Biblia. Si no tienen una educación como para hablar en público