Página 53 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La maledicencia
El hermano F ama la causa de Dios, pero la ha tomado demasiado
a pecho, y ha asumido muchas responsabilidades que no debería
haber tomado. Por causa de esto, su salud se ha resentido. A veces
ha considerado ciertos asuntos en forma muy intensa, y ha deseado
con demasiada vehemencia y ánsiedad que todos los consideraran
de la misma manera; y puesto que no estaban dispuestos a hacerlo
se ha sentido casi aplastado. Es profundamente sensible y está en
peligro de insistir con demasiada fuerza en sus opiniones.
La hermana F quiere ser cristiana, pero no ha cultivado la discre-
ción y la verdadera cortesía. Es de temperamento optimista, ardiente
y confiada en sí misma. Muestra el aspecto áspero de su carácter y
aparentemente no ha ganado mucho con ello. Ha obrado basándose
en sus impulsos, tal como lo sentía y a veces sus sentimientos han
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sido muy exagerados e intensos. Es muy definida con respecto a lo
que le gusta o le disgusta, y ha permitido que se desarrollara mucho
este desgraciado rasgo de carácter, para gran perjuicio de su propio
progreso espiritual y para daño de la iglesia. Ha hablado demasiado,
imprudentemente, tal como lo sentía. Esta circunstancia ha ejercido
una fuerte influencia sobre su esposo, y lo ha inducido a veces a ac-
tuar impulsado por sus sentimientos exacerbados cuando, si hubiera
esperado, y examinado las cosas con calma habiéndolas considerado
adecuadamente, habría sido mejor para él y para la iglesia. Nada
se gana cuando se avanza apresuradamente, sobre la base de los
impulsos y los sentimientos fuertes.
La hermana F obra por impulso, busca faltas y ha tenido dema-
siado que decir de sus hermanos y hermanas. Esta conducta es capaz
de producir confusión en cualquier iglesia. Si pudiera dominar su
genio, ganaría una gran victoria. Si procurara el adorno celestial, el
ornamento de un espíritu humilde y tranquilo, que Dios, el Creador
de los cielos y la tierra, considera de gran valor, entonces sería de
verdadero valor para la iglesia. Si albergara el espíritu de Cristo,
y se convirtiera en pacificadora, su propia alma florecería y sería
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