Página 530 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
por los deberes domésticos. En su niñez usted no recibió la debida
educación en este aspecto, y eso le ha hecho la vida más infeliz de
lo que hubiera sido. No le gusta el trabajo físico; y cuando viaja,
se conduce como una enferma, y no colabora ni hace lo que puede
para aliviar las molestias que causa. No se da cuenta de que los que
la sirven, no son más capaces que usted de realizar el trabajo extra
que les da. Usted depende de los demás, y pone toda su carga sobre
ellos. No tengo evidencia de que Dios la haya llamado para hacer
una obra especial cuando viaja.
Usted tiene que aprender algo que no sabe. ¿Quién puede instruir
al hijo mejor que la madre? ¿Quién puede llegar a conocer los
defectos de su propio carácter y los de su hijo tan bien como la
madre mientras realiza los deberes que el Cielo le ha asignado? El
hecho de que a usted no le gusten estas tareas no es una evidencia de
que no sea la obra que Dios le ha asignado. Usted no tiene suficiente
fortaleza física ni mental como para ponerse como objetivo participar
de los viajes. No colabora lo suficiente como para aliviar la carga
que representa para su esposo y para los que la rodean.
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Los que no pueden manejar sabiamente a sus propios hijos no
están capacitados para actuar con sabiduría en los asuntos de la
iglesia, ni para tratar con las mentes débiles sujetas a las especiales
tentaciones de Satanás. Si con alegría y amor pueden cumplir su
papel de padres, entonces pueden comprender mejor cómo llevar las
cargas en la iglesia. Estimada hermana, le aconsejo que sea una bue-
na esposa y tenga un buen hogar para su esposo. Dependa de usted
misma, y apóyese menos en él. Dispóngase a hacer exactamente la
obra que el Señor requiere de usted. Usted siente la necesidad de
hacer una gran obra, de cumplir una importante misión, y descuida
los pequeños deberes que tiene a mano, que son tan necesarios como
los mayores; los pasa por alto y aspira a una obra más grande. Que
su ambición se despierte para ser útil, para ser una trabajadora en el
mundo, y no una espectadora.
Mi querida hermana, le hablo claramente, pues no me atrevo a
hacerlo de otro modo. Le ruego que acepte las cargas de la vida
en vez de rehuirlas. Ayude a su esposo ayudándose a sí misma. La
idea que ambos tienen de la dignidad que debe mantener el ministro,
no está de acuerdo con el ejemplo de nuestro Señor. El ministro
de Cristo debiera poseer sobriedad, mansedumbre, amor, tolerancia,