Las reuniones sociales
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Así el panorama, los árboles, las aves, las flores del valle, las
colinas, el lago y los hermosos cielos, se asociaban en su recuerdo
con las verdades sagradas que serían santificadas en su memoria
cuando mirasen aquellas cosas después de la ascensión de Cristo al
Cielo.
Cuando enseñaba a la gente, no dedicaba el tiempo a la oración.
No les imponía, como los fariseos, largas y tediosas ceremonias y
oraciones. Enseñó así a orar a sus discípulos: “Y cuando oras, no
seas como los hipócritas; porque ellos aman el orar en las sinagogas,
y en los cantones de las calles en pie, para ser vistos de los hombres:
de cierto os digo, que ya tienen su pago. Mas tú, cuando oras, én-
trate en tu cámara, y cerrada tu puerta, ora a tu Padre que está en
secreto; y tu Padre que ve en secreto, te recompensará en público. Y
orando, no seáis prolijos, como los gentiles; que piensan que por su
parlería serán oídos. No os hagáis, pues, semejantes a ellos; porque
vuestro Padre sabe de qué cosa tenéis necesidad, antes que vosotros
le pidáis”.
Mateo 6:5-9
.
Cristo inculcó en sus discípulos la idea de que sus oraciones
debían ser cortas y expresar exactamente lo que querían, y nada
más. Le indicó la longitud y el contenido que debían caracterizar sus
oraciones; debían expresar sus deseos de bendiciones temporales y
espirituales, y su gratitud por las mismas. ¡Cuán abarcante es esta
oración modelo! Se refiere a la necesidad real de todos. Uno o dos
minutos bastan para cualquier oración común. Hay casos en que la
oración nos es dictada en una forma especial por el Espíritu de Dios,
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cuando se eleva la súplica en el Espíritu. El alma anhelante siente
agonía y gime en busca de Dios. El espíritu lucha como luchó Jacob,
y no quiere descansar sin manifestaciones especiales del poder de
Dios. Así quiere Dios que sea.
Pero muchos elevan oraciones áridas como si fueran sermones.
Oran a los hombres y no a Dios. Si estuvieran orando a Dios, y
comprendiesen realmente lo que están haciendo, se alarmarían por
su audacia; porque dirigen un discurso al Señor a modo de oración,
como si el Creador del universo necesitase información especial
sobre temas generales relacionados con las cosas que suceden en
el mundo. Tales oraciones son todas como metal que resuena y
címbalo que retiñe. No son anotadas en el Cielo. Los ángeles de