Página 55 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La maledicencia
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cometido errores es por medio de un espíritu de humildad, bondad
y tierno amor. Sea cuidadosa con sus modales. Evite todo lo que
en la apariencia y en el gesto, en la palabra o el tono de voz, cause
la impresión de orgullo o suficiencia propia. Evite toda palabra
o mirada que podría exaltarla, o establecer un contraste entre su
bondad y justicia y las fallas de ellos. Aléjese lo más que pueda
del desdén, el insulto o el desprecio. Evite cuidadosamente toda
apariencia de enojo; y aunque su lenguaje sea claro, que no haya en él
ni reproches, ni acusaciones injuriosas, ni señal de ira, sino más bien
de sincero amor. Sobre todo, que no haya ni sombra de odio ni mala
voluntad, ni amargura en la expresión. Nada fuera de la bondad y la
amabilidad pueden fluir de un corazón lleno de amor. Sin embargo,
ninguno de esos preciosos frutos puede impedirle hablar en la forma
más seria y solemne, como si los ángeles la estuvieran escuchando,
y usted estuviera actuando con relación al juicio venidero. Recuerde
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que el éxito de la reprensión depende en gran medida del espíritu con
que se la da. No descuide la oración ferviente para que pueda poseer
una mente humilde, y los ángeles de Dios puedan ir delante de usted
para obrar en los corazones que usted está tratando de alcanzar, con
el fin de suavizarlos mediante impresiones celestiales, de modo que
sus esfuerzos puedan dar resultados. Si algún bien se hace, no se
adjudique el crédito. Sólo Dios debe ser exaltado. Sólo Dios lo ha
hecho todo.
Usted ha defendido su actitud de hablar mal de su hermano o
hermana o vecino delante de los demás antes de ir a hablar con
ellos, y de dar los pasos que Dios ha señalado definidamente que se
deben dar. Ha dicho: “¡Pero! ¡Si yo no hablé con nadie hasta que
me sentía tan agobiada que no lo pude impedir!” ¿Qué la agobiaba?
¿No era acaso el claro descuido de su propio deber, de un “Así dice
Jehová”? Usted cometió un pecado porque no fue a hablar con el
ofensor para ventilar su falta entre usted y él solos. Si no lo hizo, si
desobedeció a Dios, ¿cómo no se habría de sentir abrumada, a menos
que su corazón se hubiera endurecido, puesto que estaba pisoteando
el mandamiento de Dios y en su corazón estaba aborreciendo a
su hermano o vecino? ¿Y de qué modo trató de librarse de esa
carga? ¡Dios la reprende por su pecado de olvido, al no hablar con
su hermano acerca de su falta, y usted se disculpa y se consuela
con un pecado de comisión, es a saber, hablar de las faltas de su