Página 558 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
corría por mi rostro, y sentí tal angustia cual nunca había sentido
antes. Nos esperaba un tremendo esfuerzo. Si fallábamos aquí todas
las dificultades de nuestro viaje habrían sido en vano.
Ante nosotros, del otro lado del abismo, había un hermoso cam-
po de verde gramilla de más o menos quince centímetros de alto.
No veíamos el sol, pero suaves y brillantes rayos de luz semejan-
tes a oro y plata finos descendían sobre esta campiña. Nada que
hubiera visto jamás sobre la tierra podía compararse en belleza y
gloria con esta pradera. Pero ¿podríamos alcanzarla? era nuestra
inquietante pregunta. Si la cuerda se rompía, moriríamos. De nuevo
se escucharon angustiosos susurros: “¿Cómo se sostiene la cuer-
da?” Por un momento vacilamos antes de aventurar una respuesta.
Luego exclamamos: “Nuestra única esperanza consiste en confiar
plenamente en la cuerda. Hemos dependido de ella durante todo el
difícil trayecto. Ahora no nos fallará”. Aún la duda nos angustiaba.
Entonces escuchamos las palabras: “Dios sostiene la cuerda y no hay
por qué temer”. Luego los que venían detrás repitieron las mismas
palabras y agregaron: “El no nos fallará ahora, puesto que hasta aquí
nos ha traído a salvo”.
Mi esposo entonces se abalanzó sobre el tremendo abismo y
saltó a la hermosa campiña que estaba más allá. Inmediatamente lo
seguí yo. ¡Oh, qué sensación de alivio y gratitud a Dios sentimos!
Escuché voces que se elevaron en triunfante alabanza a Dios. Era
feliz, perfectamente feliz.
Desperté, y sentí que a causa de la ansiedad que había experi-
mentado en mi marcha por la difícil ruta, cada nervio de mi cuerpo
se estremecía. Este sueño no necesita comentario. Impresionó de tal
modo mi mente que probablemente cada detalle permanecerá vívido
mientras tenga memoria.
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