Página 559 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Nuestros congresos
Ninguna influencia puede ser tan perjudicial para un congreso o
cualquier otra reunión de culto religioso, como el mucho saludarse
y la conversación negligente. Con frecuencia, hombres y mujeres se
reúnen en grupos y entablan conversación sobre asuntos comunes
que no se relacionan con la reunión. Algunos han traído sus fincas
consigo, otros han traído sus casas, y hacen sus planes para edificar.
Algunos disecan el carácter de otros, y no tienen tiempo ni disposi-
ción para escudriñar su propio corazón y descubrir los defectos de
su propio carácter, para que puedan corregir sus faltas y alcanzar la
santidad en el temor de Dios.
Si todos los que profesan seguir a Cristo aprovechasen el tiempo
mientras están libres de reuniones para conversar de la verdad, espa-
ciarse en la experiencia cristiana, escudriñar su propio corazón y en
ferviente oración a Dios suplicar su bendición, se realizaría una obra
mucho mayor de la que se ha visto hasta aquí. Los incrédulos que
acusan falsamente a los que creen la verdad, quedarían convencidos
por causa de su “buena conversación en Cristo”.
1 Pedro 3:16
. Nues-
tras palabras y acciones son el fruto que llevamos; “por sus frutos
los conoceréis”.
Mateo 7:16
.
Dios mandó a los israelitas que se reunieran ante él en perío-
dos determinados, en el lugar que él eligiera, y que observaran días
especiales en los que no debían hacer ningún trabajo innecesario,
sino dedicar el tiempo a considerar las bendiciones que él les había
prodigado. En estas ocasiones especiales el siervo y la sierva, el
extranjero, el huérfano y la viuda, habían de regocijarse de que Dios,
por su propio y maravilloso poder, los había sacado de la servidum-
bre humillante para traerlos al gozo de la libertad. Se les ordenó
que no se presentaran ante el Señor con las manos vacías. Debían
traer presentes de gratitud a Dios por las continuas misericordias y
bendiciones que les prodigara. Estas ofrendas variaban de acuerdo
con el valor que los donantes daban a las bendiciones de que tenían
el privilegio de gozar. Así el carácter de la gente se revelaba cla-
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