Nuestros congresos
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que el fin de todas las cosas está cerca, ¿no lograrán ver su propio
interés espiritual? ¿Esperan que sus intereses eternos se cuiden por
sí mismos? La fortaleza espiritual no vendrá sin un esfuerzo de su
parte.
Muchos de los que profesan anhelar la venida de nuestro Señor
son buscadores ansiosos que se preocupan por hallar ganancias
mundanales. No pueden discernir su interés eterno. Se esfuerzan
por lo que no satisface. Gastan su dinero en lo que no es pan. Se
esfuerzan por contentarse con los tesoros que han acumulado en
la tierra, que han de perecer. Y descuidan la preparación para la
eternidad, que debiera ser la primera y única ocupación real en la
vida.
Que todos los que puedan asistan a estas reuniones anuales. To-
dos debieran sentir que Dios requiere esto de ellos. Si no se apropian
de los privilegios que él ha provisto para que puedan fortalecerse
en él y en el poder de su gracia, se volverán más y más débiles, y
tendrán cada vez menos deseos de consagrar todo a Dios. Venid,
hermanos y hermanas, a estas sagradas convocaciones para encon-
trar a Jesús. El vendrá a la fiesta. Estará presente y hará en favor de
ustedes lo que más necesiten. No debieran considerar a sus gran-
jas de mayor valor que los intereses mas altos del alma. Todos los
tesoros que ustedes poseen, por muy valiosos que sean, no serían
suficientemente preciosos como para comprarles paz y esperanza,
que son virtudes inapreciables, aunque costaran todo lo que se tiene,
aunado a los esfuerzos y sufrimientos de toda una vida. Una firme y
clara conciencia de las cosas eternas, y un corazón deseoso de rendir
todo a Cristo, son bendiciones de más valor que todas las riquezas y
placeres y glorias de este mundo.
Estos congresos son importantes. Tienen su costo. Los siervos de
Dios consumen su vida para ayudar al pueblo, mientras que muchos
de ellos parece que no necesitaran ayuda. Por miedo de perder un
poco de ganancia de este mundo, algunos dejan que estos preciosos
privilegios pasen de largo como si fueran de poca importancia. Que
todos los que profesan creer en la verdad respeten cada privilegio
que Dios les ofrece para obtener una visión más clara de su verdad,
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sus requerimientos y la preparación necesaria para su vida. Lo que
él requiere es una confianza en Dios tranquila, alegre y obediente.