Un sueño solemne
563
nes, consejos, advertencias y palabras de aliento. Estáis aquí, con el
alma angustiada, clamando ante Dios por más luz. Dios me autorizó
a deciros que no brillará en vuestra senda ningún otro rayo de luz
por medio de los
Testimonios
hasta que llevéis a la práctica la luz
que ya ha sido dada. El Señor os ha cercado con su luz, pero no
habéis apreciado la luz, la habéis pisoteado. Mientras que algunos
han despreciado la luz, otros la han descuidado, o la han seguido
con indiferencia. Unos pocos se han propuesto obedecer la luz que
Dios se ha complacido en darles.
Algunos que han recibido advertencias especiales a través de un
Testimonio,
en unas pocas semanas olvidaron la reprensión dada.
A algunos les fue repetido el
Testimonio
varias veces, pero no los
consideraron de suficiente importancia para prestarles cuidadosa
atención. Para ellos fueron como un cuento vano. Si hubieran pres-
tado atención a la luz dada, hubiesen evitado pérdidas y pruebas que
consideran duras y severas. Son ellos los únicos que deben recri-
minarse. Han colocado sobre su propio cuello un yugo penoso de
soportar. No es el yugo que Cristo les ha colocado. Dios ejerció su
cuidado y amor en su favor; pero su alma egoísta, mala e incrédula
no podía discernir su bondad y misericordia. Siguen apresurados
[537]
en su propia sabiduría, abrumados con pruebas, y desconcertados y
perplejos, son engañados por Satanás. Cuando reunáis los rayos de
luz que Dios os ha dado en el pasado, entonces él os dará mayor luz.
Les señalé el caso del antiguo Israel. Dios les dio su ley, pero
ellos no la obedecieron. Luego les dio ceremonias y ordenanzas, para
que al practicarlas pudieran acordarse de Dios. Eran tan inclinados a
olvidarse de él y de sus requerimientos que fue necesario mantener
sus mentes agitadas para que se dieran cuenta de su obligación
de obedecer y honrar a su Creador. Si hubiesen sido obedientes
y dispuestos a guardar los mandamientos de Dios, no habría sido
necesaria esa multitud de ceremonias y ordenanzas.
Si el pueblo que ahora profesa ser el peculiar tesoro de Dios
obedeciera sus mandamientos, según ha sido especificado en su
Palabra, no se darían
Testimonios
especiales para despertarlos a su
deber y convencerlos de su pecaminosidad y del tremendo peligro
que corren al no obedecer la Palabra de Dios. Las conciencias se han
embrutecido porque han apartado, descuidado y despreciado la luz.