Página 573 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

Los modales y la vestimenta de los ministros
569
sentido solemne de su sagrada vocación, deshonra la verdad y rebaja
las cosas sagradas al nivel de las cosas comunes. Este ejemplo tiende
a quitar el temor de Dios de la gente y a desmerecer la sagrada
dignidad del Evangelio por el que Cristo murió para magnificar. De
acuerdo con la luz que me ha sido dada, sería agradable a Dios que
los ministros se inclinaran tan pronto como suben a la plataforma, y
solemnemente pidieran ayuda a Dios. ¿Qué impresión haría esto?
Habría solemnidad y temor reverente en el pueblo. Su ministro
está en comunión con Dios; se está encomendando a Dios antes
de atreverse a presentarse ante el pueblo. Entonces la solemnidad
descansa sobre el pueblo, y los ángeles de Dios se acercan más. Lo
primero que deben hacer los ministros al subir a la plataforma es
fijar su vista en Dios, y de ese modo decir a todos: Dios es la fuente
de mi fortaleza.
El ministro negligente en su vestimenta con frecuencia ofen-
de a los que tienen buen gusto y una sensibilidad refinada. Los
que son deficientes en esto debieran corregir sus errores y ser más
circunspectos. Al fin la pérdida de algunas almas se atribuirá a la
desprolijidad del ministro. La primera impresión sobre la gente fue
desfavorable, porque de ningún modo podían relacionar su aparien-
cia con las verdades que representaba. Su vestimenta estaba en su
contra, y daba la impresión de que el pueblo que representaba era
descuidado, que no cuidaban su vestimenta, y sus oyentes no querían
tener nada que ver con esa clase de gente.
En esto, según la luz que me ha sido dada, ha habido un mani-
fiesto descuido en nuestro pueblo. Los ministros a veces se paran
ante el púlpito con el cabello desordenado, con la apariencia de no
haber usado el peine ni el cepillo por una semana. Se deshonra a
Dios cuando los que están dedicados a su sagrado servicio descui-
[543]
dan de tal modo su apariencia. Antiguamente se requería que los
sacerdotes estuvieran vestidos con un estilo particular para servir
en el lugar santo y para cumplir su función de sacerdotes. Debían
tener vestiduras de acuerdo con su obra, y Dios especificó clara-
mente cuáles debían ser. La fuente estaba ubicada entre el altar y la
congregación, para que antes de llegar a la presencia de Dios, a la
vista de la congregación, pudieran lavar sus manos y sus pies. ¿Qué
impresión daría esto al pueblo? Era para mostrarles que debía quitar
toda partícula de polvo antes de poder entrar en la presencia de Dios;