Página 575 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

Los modales y la vestimenta de los ministros
571
ser conmovedora, producirá una impresión mucho mejor. Este era el
tono en el cual Cristo enseñaba a sus discípulos. Los impresionaba
con su solemnidad; él hablaba de un modo conmovedor. Pero dar
fuertes voces, ¿qué impresión causa? No da a la gente una visión
más exaltada de la verdad ni los impresiona más profundamente.
Sólo causa una sensación desagradable en los oyentes y desgasta los
órganos vocales del que habla. El tono de la voz tiene mucho que
ver con el modo en que afecta el corazón de los oyentes.
Muchos que podrían ser hombres útiles están gastando su fuerza
vital y destruyendo sus pulmones y sus órganos vocales por su
modo de hablar. Algunos ministros han desarrollado el hábito de
recitar apresuradamente lo que tienen que decir, como si estuvieran
repitiendo una lección y quisieran terminarla lo más pronto posible.
Esta forma de hablar no es conveniente. Siendo cuidadoso, todo
ministro puede acostumbrarse a hablar clara y efectivamente, en
lugar de amontonar las palabras precipitadamente sin tomar tiempo
para respirar. Debieran hablar moderadamente, de modo que los
asistentes puedan fijar las ideas en su mente mientras él avanza en
su sermón. Pero cuando se trata el asunto con tanta prisa, ellos no
pueden retener los puntos en su mente, no tienen tiempo de recibir
la impresión que es importante que tengan, ni dan tiempo para que
la verdad los afecte como podría hacerlo.
Producir la voz desde la garganta, en la extremidad superior
de los órganos vocales, irritándolos todo el tiempo, no es el mejor
modo de preservar la salud o aumentar la eficiencia de esos órganos.
[545]
Debieran inspirar profundamente y dejar que la fuerza provenga de
los músculos abdominales. Que los pulmones sean sólo el canal, pero
no dependan de ellos para todo el esfuerzo. Si dejan que las palabras
surjan de lo profundo, ejercitando los músculos abdominales, podrán
hablar a miles de personas tan fácilmente como lo harían a diez.
Algunos de nuestros predicadores se están perjudicando al hacer
oraciones largas y tediosas y al hablar en voz muy alta, cuando un
tono más bajo haría mejor impresión y ahorraría su esfuerzo. Pero,
mientras continúan sin prestar atención a las leyes de la vida y de
la salud, y siguen el impulso del momento, no culpen a Dios si se
enferman. Muchos de ustedes pierden tiempo y esfuerzo en largos
preliminares y excusas cuando comienzan a hablar. En lugar de
disculparse porque están por dirigirse a la gente, debieran empezar