El egoísmo y el amor al mundo
Queridos hermanos G,
Hace algún tiempo que he querido escribirles. Cuando la luz
que el Señor me dio apareció claramente delante de mí, algunas
cosas impresionaron con fuerza mi mente mientras me encontraba
delante de la gente en _____. Albergué la esperanza de que ustedes
asistieran a otra reunión, y que la labor comenzada allí pudiera ser
proseguida. Pero me apena ver que cuando nuestros hermanos asis-
ten a un congreso, generalmente no se dan cuenta de la importancia
de prepararse para esa reunión. En lugar de consagrarse a Dios antes
de venir, esperan hasta encontrarse en la reunión para que esa obra
se haga allí. Traen su hogar con ellos, y consideran que las cosas que
han dejado atrás son de más valor e importancia que la preparación
del corazón para su venida. Por lo tanto, casi todos se van más o
menos como cuando vinieron. Para asistir a estas reuniones hay que
gastar mucho dinero, y si los que vienen no sacan provecho, sufren
una pérdida, y dificultan la tarea de los que tienen la responsabilidad
de trabajar por ellos. Nuestros hermanos se retiraron del congreso
demasiado pronto. Habríamos presenciado una obra muy especial
por parte de Dios, si todos se hubieran quedado para participar en la
tarea.
Hna. G: tengo un mensaje para usted. Usted está lejos del reino.
Ama este mundo, y ese amor la ha vuelto fría, egoísta, exigente
y avara. Su gran motivo de interés es el poderoso dólar. ¡Cuán
poco sabe usted de cómo considera Dios a los que se hayan en
su condición! Está terriblemente engañada. Se está conformando
a este mundo en lugar de transformarse por la renovación de su
entendimiento. El egoísmo y el amor propio se manifiestan en su
vida en medida apreciable. No ha vencido este desgraciado defecto
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de carácter. Si no le pone remedio, perderá el Cielo, y su felicidad
aquí se malogrará grandemente. Esto ya ha ocurrido. La nube que le
ha seguido entenebreciendo su vida, crecerá y se volverá más oscura
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