Página 59 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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El egoísmo y el amor al mundo
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hasta que todo su cielo esté cubierto de nubes. Mirará a la derecha,
y no habrá luz allí; y a la izquierda, y no descubrirá un solo rayo.
Usted se crea problemas donde no existen, porque no anda bien.
No es consagrada. Su actitud quejosa y mezquina la vuelve infeliz y
desagrada a Dios. Durante toda su vida se ha cuidado a sí misma,
tratando de ser feliz. Esa es una miserable tarea; una actividad sin
provecho. Mientras más invierta en esto, mayor será la pérdida.
Mientras menos acciones tenga en el negocio de servirse a sí misma,
más ganará. No sabe nada del amor desinteresado y carente de
egoísmo, y mientras no se dé cuenta de que hay un pecado especial
en la carencia de este precioso rasgo de carácter, no manifestará
diligencia para cultivarlo.
Usted se casó con su esposo porque lo amaba. Sabía que al
hacerlo sellaba un pacto con él mediante el cual se convertía en la
madre de sus hijos. Pero he observado que usted es deficiente en esto.
Sí, lamentablemente deficiente. No ama a los hijos de su esposo, y a
menos que se produzca un cambio total, una reforma completa en
usted, y en la forma de administrar su casa, estas preciosas joyas
se arruinarán. El amor, el manifestar afecto, no forman parte de su
carácter. ¿Le diré la verdad y me convertiré en su enemiga por eso?
Usted es demasiado egoísta para amar a los hijos de otra persona.
Se me mostró que el fruto de su unión no prosperará, ni recibirá la
bendición de la fuerza, la vida y la salud, y que el Espíritu de Dios
la va a abandonar, a menos que usted se someta a un cambio total, y
mejore en lo que es tan deficiente. En la misma medida en que su
egoísmo agosta y marchita a los jóvenes corazones que la rodean,
la maldición de Dios agostará y marchitará las promesas sobre las
cuales se basa su unión y su amor egoísta. Y si usted persiste en esa
clase de conducta, Dios se acercará más a usted, eliminará uno tras
otro los ídolos que están delante de su rostro, hasta que humille en
su presencia su corazón orgulloso, egoísta e insumiso.
Vi que tendrá que rendir cuenta en el día de Dios por el incumpli-
miento de su cometido. Está amargando demasiado la vida de esos
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queridos niños, especialmente de la niña. ¿Dónde están el afecto,
las amantes caricias y la paciencia? El odio reside en su corazón
no santificado, y no el amor. La censura brota de sus labios más
a menudo que la alabanza y las palabras de ánimo. Sus modales,
su aspereza, su naturaleza antipática son para esa niña tan sensible