Página 585 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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El amor a la ganancia
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El descuido de la luz que Dios le ha dado, en cierto grado lo ha
hecho cautivo, sujeto a los designios de Satanás; por lo tanto, ha
quedado una puerta abierta para que él tenga acceso a usted en otras
cosas, y convertirlo en un hombre débil. El ve que ha tenido éxito
en no dejarle ver los intereses de su familia, al llevarlo a desatender
la luz que el Señor le ha dado. Entonces Satanás lo ha cercado en
otra dirección. Ha despertado en usted el amor por los negocios, su
amor por la ganancia; y así su interés se ha desviado de la causa y
de la obra de Dios. El amor a Dios y a la verdad está gradualmente
llegando a ser de menos importancia. Las almas por las cuales Cristo
murió son de menos valor para usted que sus intereses temporales.
Si continúa en ese proceder, pronto llegará a ser celoso, susceptible
y envidioso, y se apartará de la verdad, como otros se han apartado.
Usted está ansioso por obtener trabajo en su localidad, esperando
que algo se pueda decir o hacer que despierte a sus hijos. Usted ha
desatendido su deber. Cuando emprenda la obra que ha descuidado
por tanto tiempo, que el Señor ha designado para que la haga; cuando
usted, con el espíritu de Cristo, despierte resueltamente para poner
su casa en orden, entonces puede esperar que Dios le ayude en sus
esfuerzos e impresione el corazón de su familia. Mientras ha puesto
a sus hijos como excusa para quedarse en casa, no ha hecho la obra
por la cual pedía quedarse en casa. No ha disciplinado a sus hijos.
Su esposa es deficiente en este respecto, por lo tanto es aun más
necesario que esté en posición de cumplir su deber. El amor de ella
es de tal naturaleza que la llevará a permitirles hacer lo que quieran
y elegir sus propias compañías, lo que los llevará a la ruina. La
presencia de usted en casa, mientras permita que sus hijos hagan lo
que quieran, es peor para su familia que si estuviera lejos de ellos; y
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tiene peor influencia sobre la causa de la verdad.
Dios llama a su causa a obreros fervientes, sin egoísmo, desinte-
resados, obreros que fortalezcan las distintas ramas de la obra, como
la de obtener subscriptores para las publicaciones, que les enseñen
a pagar sus deudas con prontitud, y que animen a los hermanos a
mantener su benevolencia sistemática. El sacrificio, la abnegación,
el trabajo y la benevolencia desinteresada caracterizaron la vida de
Cristo, quien es nuestro ejemplo en todas las cosas. La obra y el
carácter de un verdadero ministro estará de acuerdo con la vida de
Cristo. El dejó su gloria, su alto puesto, su honor y sus riquezas,