Página 586 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

Basic HTML Version

582
Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
y se humilló hasta compartir nuestras necesidades. No podemos
igualar su ejemplo, pero debiéramos imitarlo. El amor por las almas
por las que Cristo hizo este gran sacrificio debiera estimular a sus
ministros a esforzarse, a negarse a sí mismos y a realizar esfuerzos
perseverantes, para que puedan ser sus colaboradores en la salvación
de las almas. Entonces las obras de los siervos de Dios darán fruto,
por que serán por cierto sus instrumentos. El poder de Dios se verá
en ellos en las bondadosas influencias de su Espíritu. Dios quiere
que despierte y posea fuerzas para sortear las dificultades, que no se
desanime fácilmente; si fuera necesario, que trabaje como lo hizo el
apóstol Pablo, en trabajo y fatiga, en muchos desvelos, olvidando
sus dolencias por el profundo interés que sentía por las almas por
las que Cristo murió.
Algunos ministros se aprovechan de la liberalidad de nuestros
hermanos para beneficiarse a sí mismos, y al hacerlo están per-
diendo gradualmente su influencia. Su ejemplo en estas cosas está
destruyendo la confianza de sus hermanos en ellos y está cerrando
efectivamente las puertas, de modo que los que realmente necesitan
ayuda y son dignos de ella, no la pueden obtener. También cierran
las puertas por las que se puede esperar recibir ayuda para mantener
la causa. Mucha gente se siente descorazonada al ver que algunos
de los ministros que emplean, manifiestan tan poco interés por la
prosperidad de la causa de Dios. No ven devoción en la obra. El
pueblo está desatendido, y la causa languidece por falta de un trabajo
bien dirigido y eficiente, que tienen el derecho de esperar de sus
ministros.
[556]
En su desaliento algunos hermanos se dejan llevar por un sen-
timiento de impaciencia y desesperación, al ver el egoísmo y la
codicia manifestados por sus maestros. El pueblo está por encima de
muchos de sus ministros. Si los ministros manifiestan un espíritu de
sacrificio propio y amor por las almas, no se rehusarán a dar dinero
a la causa. Que los ministros se eleven al exaltado nivel como re-
presentantes de Cristo y veremos la gloria de Dios acompañando la
presentación de la verdad, y las almas serán constreñidas a reconocer
su claridad y poder. La causa de Dios debe ponerse en primer lugar.
Hermano mío, usted podría hacer una buena obra. Tiene cono-
cimiento de la verdad y podría ser una bendición para la causa de
la verdad presente si fuera consagrado y santificado para la obra,