Página 593 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La causa en Vermont
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porque así no serían muy felices. Los que el hermano D realmente
deseaba que fueran a Bordoville eran los que él consideraba los
mejores del grupo, capaces de ejercer una buena influencia. Justa-
mente tales hombres y mujeres se necesitan para ocupar el puesto
de fieles centinelas en el mundo, para que los que están sin Dios
puedan convencerse de que hay poder en la religión de Cristo. Tales
hombres de influencia son verdaderamente la sal de la tierra. Dios no
se complacería con que se juntaran y redujeran su esfera de utilidad.
Los hombres confiables son muy escasos porque el corazón de los
hombres está tan dedicado a sus propios intereses egoístas que no
reconocen a otros.
Si pudiera haber un número de nombres selectos en la importan-
te zona de Battle Creek, Dios estaría complacido; y si sacrificaran
sus propios intereses egoístas en favor de la sufriente causa, sólo
estarían siguiendo las pisadas de su Redentor, quien dejó su gloria,
su majestad y alto mando, y por nosotros se hizo pobre, para que
nosotros, por su pobreza, pudiéramos ser enriquecidos. Cristo se
sacrificó por el hombre; pero el hombre, por su parte, no se sacrifica
voluntaria y alegremente por Cristo. Si un número de hombres y
mujeres responsables, sinceros, trabajadores, de los que se pudiera
depender como milicianos, respondieran prontamente al llamado de
ayuda cuando se la necesite, y se trasladaran a Battle Creek, Dios se-
ría glorificado. Dios quiere en Battle Creek a hombres de confianza,
que siempre se los encuentre del lado correcto en tiempo de peligro,
que con fidelidad luchen en contra del enemigo, en lugar de ponerse
de parte de los que causan problemas al Israel de Dios y defiendan
a los que debilitan las manos de los siervos de Dios, volviendo sus
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armas exactamente en contra de los que Dios les manda apoyar. Con
el fin de prosperar, toda iglesia debe tener hombres en los que pueda
confiar en tiempo de peligro, hombres que sean tan firmes como el
acero, hombres sin egoísmo, que tengan el interés de la causa de
Dios más cerca de su corazón que nada relacionado con sus propias
opiniones y sus intereses mundanales.
Las iglesias no están compuestas totalmente de puros y sinceros
cristianos. No todos los hombres registrados en los libros de la iglesia
son dignos de estar allí. La vida y carácter de algunos, comparados
con otros, son como el oro comparado con la despreciable escoria.
No es necesario que sea así. Los que son valiosos en vida e influencia