Página 606 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
¿Quién les dio el sol para calentar la tierra y despertar a la vida
las cosas de la naturaleza, haciéndolas florecer para beneficio del
hombre? Los hombres a los que Dios ha bendecido con sus dádivas
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se aferran a su tesoro terrenal y convierten estas dádivas y bendi-
ciones, que Dios bondadosamente les ha dado, en una maldición,
al llenar sus corazones de egoísmo y desconfianza en él. Aceptan
los bienes que les fueron prestados, y que reclaman como suyos,
olvidando que el Maestro tenga algún derecho sobre ellos, y negán-
dose a entregarle ni siquiera el interés que demanda. Las riquezas
causan muchas perplejidades a los que profesan seguir a Cristo, y
los acosan con muchas desdichas, porque olvidan a Dios, y aman y
adoran a Mammón. Permiten que los intereses mundanos amarguen
su vida y les impidan perfeccionar un carácter cristiano. Y, como
si esto no fuera suficiente, transmiten a sus hijos, para maldición
de ellos, lo que causó la ruina de su propia vida. Dios ha confiado
medios a los hombres para probarlos, para ver si están dispuestos a
reconocer que él es el que entrega sus dones, y para ver si los usan
para el avance de su gloria en la tierra.
La tierra es del Señor, con todos los tesoros que contiene. El
ganado esparcido en mil colinas es de él. Todo el oro y la plata le
pertenecen a él. Ha confiado sus tesoros a mayordomos, para que
con ellos puedan dar avance a su causa y glorificar su nombre. No
confió estos tesoros a los hombres para que los usen para exaltarse y
glorificarse a sí mismos y tuvieran para oprimir a los que carecen
de tesoros terrenales. Dios no recibe las ofrendas de nadie porque
las necesite y no pueda tener gloria y riquezas sin ellas, sino porque
es para beneficio de sus siervos entregar a Dios las cosas que son
del Señor. El recibirá las ofrendas de buena voluntad del corazón
contrito, y recompensará al dador con las más ricas bendiciones.
Las recibe como el sacrificio de agradecida obediencia. Requiere
y acepta nuestro oro y plata como una evidencia de que todo lo
que tenemos y somos pertenece a él. El requiere y acepta el buen
aprovechamiento de nuestro tiempo y nuestros talentos como el fruto
de su amor que existe en nuestro corazón. Obedecer es mejor que el
sacrificio. Sin amor puro la más cara ofrenda es demasiado pobre
para que Dios la acepte.
Muchos están tan entregados a sus tesoros terrenales que no
disciernen la ventaja de formar tesoros en el cielo. No se dan cuenta