Página 611 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La causa en Vermont
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Los que tienen bienes y cuyas mentes están entenebrecidas por el
dios de este mundo, parece que permitieran que Satanás los contro-
lara en la administración de sus posesiones. Si tienen hijos sinceros
y creyentes, y también hijos cuyos afectos están completamente
dirigidos a las cosas del mundo, al pasar sus bienes a sus hijos, gene-
ralmente dan una mayor cantidad a los hijos que no aman a Dios, y
que sirven al enemigo de toda justicia, que a los que están sirviendo
a Dios.
Colocan en manos de los hijos infieles precisamente las cosas
que llegarán a ser una trampa para ellos y que serán estorbos para
que se entreguen a Dios. Mientras que hacen grandes regalos a los
hijos incrédulos, dan presentes de poco valor a los que comparten la
fe con ellos. Este mismo hecho debiera sacudir a los ricos que han
seguido este proceder. Debieran ver que el engaño de las riquezas
ha pervertido su criterio. Si vieran la influencia que opera en sus
mentes, comprenderían que Satanás consiguió esas cosas muy de
acuerdo con sus propios propósitos y planes. En vez de que Dios
controle la mente y santifique el criterio, se permite que el poder
opuesto los controle. Aun a veces descuidan a los que han estado
con ellos en la fe, y con frecuencia son mezquinos y exigentes en su
trato con ellos; mientras que son generosos con los hijos incrédulos
y amantes del mundo, quienes ellos saben que no han de usar los
bienes que han colocado en sus manos para el progreso de la causa
de Dios. Dios requiere que aquellos a quienes ha prestado talentos en
bienes, los utilicen bien, dando prominencia al avance de su causa.
Toda otra consideración debiera ser inferior a ésta.
Los talentos en bienes, ya sean cinco, dos o uno, han de ser
incrementados. Los que tienen muchos bienes son responsables
de muchos talentos. Pero los hombres que comparativamente son
pobres no están libres de responsabilidad. Los que tienen pocas
riquezas de este mundo están representados por los que tienen un
talento. Sin embargo corren exactamente el mismo peligro que los
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ricos de amar demasiado lo poco que tienen, y de retenerlo egoísta-
mente de la causa de Dios. No se dan cuenta del peligro. Aplican
las estremecedoras recriminaciones dirigidas en la Palabra de Dios
a los amantes de este mundo, sólo a los ricos, mientras que ellos
mismos pueden estar en un peligro aún mayor que los más ricos.
Ya tengan mucho o poco, de todos se requiere que entreguen sus