Página 615 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La causa en Vermont
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familia, o a los que los sirven, este privilegio. Sin embargo, estos
hombres profesan creer que este mundo no es su hogar, que son sólo
peregrinos y extranjeros en la tierra, preparándose para trasladarse a
una patria mejor. El ejemplo y la influencia de tales personas es una
maldición para la causa de Dios. Una vana hipocresía caracteriza su
vida de profesos cristianos. Aman a Dios y a la verdad tanto como
lo muestran sus obras, y nada más. Una persona obrará de acuerdo
con la fe que tenga. “Por sus frutos los conoceréis”. El corazón está
donde está el tesoro. Su tesoro está en esta tierra, y sus corazones e
intereses también están aquí.
“¿De qué aprovechará si alguno dice que tiene fe, y no tiene
obras? ¿Podrá la fe salvarle?” “La fe sin obras es muerta”. Cuando
los que profesan la fe demuestren que su vida está de acuerdo con
su fe, entonces veremos que un poder asistirá la presentación de la
verdad, un poder que convencerá al pecador y llevará almas a Cristo.
Una fe consecuente es rara entre los ricos. Rara vez se encuentra
una fe genuina, sustentada por obras. Pero todos los que posean
esta fe serán hombres de influencia. Imitarán a Cristo, poseerán esa
desinteresada benevolencia, ese interés en la obra de salvar almas
que él tenía. Los seguidores de Cristo debieran valorar las almas
como él las valoró. Debieran centrar sus intereses en la obra de su
amado Redentor, y debieran trabajar por salvar lo que él ha comprado
con su sangre, con tan alto sacrificio. ¿Qué es el dinero, las casas y
las tierras en comparación con una sola alma?
Cristo hizo un pleno y completo sacrificio, un sacrificio suficien-
te para salvar a cada hijo e hija de Adán que muestre arrepentimiento
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ante Dios por haber transgredido su ley, y manifieste fe en nuestro
Señor Jesucristo. Pero, a pesar de que el sacrificio fue amplio, muy
pocos llevan una vida de obediencia para alcanzar esta gran salva-
ción. Pocos están dispuestos a imitar sus admirables privaciones,
soportar sus sufrimientos y persecuciones, y compartir su agotador
trabajo para traer a otros a la luz. Muy pocos siguen su ejemplo en
ferviente y frecuente oración a Dios pidiendo fuerzas para soportar
las pruebas de esta vida y cumplir sus deberes diarios. Cristo es el
Capitán de nuestra salvación, y por sus propios sufrimientos y sacri-
ficio ha dado ejemplo a todos sus seguidores de que la vigilancia y la
oración y el esfuerzo perseverante, son necesarios de parte de ellos,