Página 622 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
imperfecciones de su peculiar carácter, que tienden a perjudicar su
utilidad, Dios puede utilizarlo en forma aceptable. Debiera evitar las
predicaciones extensas y las largas oraciones. No son de beneficio
ni para él ni para los demás. El uso largo y violento de los órganos
vocales ha irritado su garganta y sus pulmones, y perjudicando su
salud general, más de lo que su preciso conjunto de reglas para
comer y descansar lo han beneficiado. La recuperación del excesivo
esfuerzo de los órganos vocales puede ser lenta y puede costar la vida
del predicador. Un modo de hablar calmo, sin apuro, pero ferviente,
ejercerá mejor influencia en la congregación que permitir que los
sentimientos se exciten y controlen la voz y los modales. En lo
posible el predicador debiera mantener el tono natural de la voz. Es
la verdad que se presenta la que afecta el corazón. Si el que habla da
realidad a estas verdades, con la ayuda del Espíritu de Dios podrá
dar la impresión a sus oyentes de que es sincero, sin esforzar los
delicados órganos de la garganta y los pulmones.
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El hermano D está profundamente interesado en su vida domés-
tica; sin embargo hay peligro de que, en su conversación, cultive
el hábito de concentrar toda su mente en las cosas que le intere-
san especialmente a él, pero que no interesan ni benefician a otros.
Tienden a mantener un sistema que, en sí mismo es correcto; pero
aquí nuevamente se verá que las cosas que son útiles en sí mismas
pueden llegar a ser cansadoras y gravosas al detenerse demasiado en
ellas, y al intentar cumplirlas en toda circunstancia. Hay peligro de
descuidar los asuntos de mayor peso.
Los hermanos D debieran evitar ser tediosos en su trabajo. En
general su influencia ha sido buena. El hermano D, por naturaleza
es un buen administrador de las cosas temporales. Su instrucción
y ejemplo en esto han ayudado a los que fueron suficientemente
humildes para recibir consejo. Pero los celos, la desconfianza, la
rebeldía, las quejas y la murmuración que existen en la iglesia han
sido desalentadores. Estos hermanos debieran cuidarse de no ser
demasiado exigentes.
Con el fin de perfeccionar el carácter cristiano, no debiéramos
cultivar sólo una vida de silencioso éxtasis en oración, ni una vida de
completo celo exterior y activa agitación, con descuido de la piedad
personal. Pero el tiempo presente demanda que esperemos la venida
del Señor y trabajemos vigilantemente por la salvación de nuestros