Página 631 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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La transferencia de tesoros terrenales
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vista de Dios que los hombres que se jactan de sus grandes riquezas.
Son más honorables en las cortes celestiales que los reyes y nobles
más exaltados que no son ricos en Dios.
El apóstol Pablo exhortó a Timoteo para que instara a los ricos:
“A los ricos de este siglo manda que no sean altivos, ni pongan la
esperanza en las riquezas, las cuales son inciertas, sino en el Dios
vivo, que nos da todas las cosas en abundancia para que las disfru-
temos. Que hagan bien, que sean ricos en buenas obras, dadivosos,
generosos; atesorando para sí buen fundamento para lo por venir,
que echen mano de la vida eterna”.
1 Timoteo 6:17-19
. La amones-
tación es aplicable a usted, hermano N, y a muchos que profesan
creer en la verdad para estos últimos días. Los que acumulan rique-
zas o invierten mucho en tierras, mientras que privan a sus familias
de las comodidades de la vida, actúan como hombres insensatos.
No permiten que sus familias gocen de las cosas que Dios les ha
dado abundantemente. Sin embargo tienen grandes posesiones, sus
familias se ven frecuentemente obligadas a trabajar mucho más de
lo que les permiten sus fuerzas para ahorrar aun más recursos y acu-
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mularlos. El cerebro, los huesos y los músculos están sobrecargados
al extremo para acumular, y la religión y los deberes cristianos se
descuidan. Trabajo, trabajo, trabajo, es todo lo que ansían desde la
mañana hasta la noche.
Muchos no manifiestan un ferviente deseo de comprender la
voluntad de Dios y entender sus demandas. Algunos de los que
tratan de enseñar la verdad a otros, ellos mismos no obedecen la
Palabra de Dios. Cuanto más maestros de este tipo tenga la causa de
Dios, tanto menos próspera será.
Muchos a quienes Dios ha confiado riquezas no consideran que
están obrando en contra de sus propios intereses eternos al retener
egoístamente sus recursos. El apóstol les muestra que al llegar a ser
ricos en buenas obras están obrando en su favor. Están haciendo
provisión para ellos mismos, acumulando en el cielo un perdurable
tesoro, para poder apropiarse de la vida eterna. Al distribuir sus
recursos según las necesidades de la causa, y ayudar a los necesi-
tados, están fielmente haciendo la obra que Dios les ha asignado;
y el registro de sus abnegados, generosos y amantes actos se escri-
birá en el libro del cielo. Todo acto de justicia será inmortalizado,
aunque el que lo hizo pueda pensar que no ha hecho nada digno de