Página 637 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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No habrá tiempo de gracia después que venga Cristo
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monía con la obra de Dios para este tiempo le impiden obedecer
los llamados de la voluntad divina. El resultado es que su fe no es
perfeccionada por las obras. Debiera apartar sus afectos de sus teso-
ros terrenales. A veces, cuando en contra de sus deseos y cálculos,
sus recursos pasaban a las filas del enemigo, y así se perdían para la
causa de Dios, usted parecía muy perplejo y preocupado. Talentos en
riquezas le han sido confiados por el Maestro para que los acreciente
para su gloria. Usted es su mayordomo y debiera ser muy cauteloso
para no descuidar su deber. Por naturaleza es un hombre que ama
al mundo, e inclinado a reclamar como suyos los talentos de las
riquezas confiadas a su cuidado. Pero, con el tiempo, escuchará: “Da
cuenta de tu mayordomía”.
Los hijos de Dios son sabios cuando confían sólo en la sabiduría
que viene de arriba, y cuando no tienen otra fuerza sino la que
viene de Dios. Necesitamos separarnos de la amistad y el espíritu
del mundo, si deseamos estar unidos al Señor y permanecer en él.
Nuestra fortaleza y nuestra prosperidad consisten en que estemos
conectados con el Señor, elegidos y aceptados por él. No puede haber
unión entre la luz y las tinieblas. Dios se propone que los suyos sean
un pueblo peculiar, apartados del mundo, y sean ejemplos vivos de
santidad, para que el mundo pueda ser iluminado y convencido de
pecado, o condenado, según como traten la luz recibida. La verdad
que se ha presentado al entendimiento, la luz que ha brillado en el
alma, juzgará y condenará si se la descuida y se la abandona.
En esta era degenerada se prefieren el error y las tinieblas más
bien que la luz y la verdad. Las obras de muchos profesos seguidores
de Cristo, no soportarán la prueba cuando sean examinados por la
luz que ahora brilla sobre ellos. Por esta razón, muchos no vienen
a la luz, por miedo de que se manifieste que sus obras no han sido
efectuadas en Dios. La luz descubre, manifiesta el mal escondido
detrás de las tinieblas. Los hombres del mundo y los siervos de
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Cristo pueden ser semejantes en su apariencia externa, pero son
siervos de dos amos cuyos intereses están en clara oposición. El
mundo no entiende ni discierne la diferencia; pero hay una inmensa
distancia, una vasta separación, entre ellos.
Dice Cristo: “No sois del mundo, antes yo os elegí del mundo”.
Los verdaderos seguidores de Cristo no pueden gozar la amistad del
mundo y al mismo tiempo tener su vida escondida en Cristo. Los