Página 640 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
nes pasadas fueron responsables de la luz que se dejó brillar sobre
ellos. Su mente se preocupó con respecto a diferentes puntos de
la Escritura que los probaban. Pero no comprendían las verdades
que nosotros comprendemos. No fueron responsables de la luz que
no recibieron. Tuvieron la Biblia como nosotros; pero el tiempo en
que debía revelarse la verdad especial relacionada con las escenas
finales de la historia de esta tierra había de coincidir con las últimas
generaciones que iban a vivir en la tierra.
Las verdades especiales han sido adaptadas a las condiciones
de las generaciones a medida que existían. La verdad presente, que
prueba a los de esta generación, no era una prueba para los de
las generaciones anteriores. Si la luz que ahora resplandece sobre
nosotros acerca del sábado del cuarto mandamiento hubiese sido
dada a las generaciones pasadas, Dios habría tenido a éstas por
responsables de ella.
Cuando el templo de Dios fue abierto en el cielo, Juan vio en
santa visión una clase de personas cuya atención había sido atraída
por el arca que contenía la ley de Dios, a la cual miraban con reve-
rencia. La prueba especial del cuarto mandamiento no llegó hasta
después que el templo de Dios fue abierto en el cielo.
Los que murieron antes que fuese dada la luz referente a la ley
de Dios y los requerimientos del cuarto mandamiento, no fueron
culpables del pecado de violar el sábado. Es insondable la sabiduría
y la misericordia de Dios al dispensar luz y conocimiento en el
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momento oportuno, a medida que el pueblo la necesita. Antes de
venir a juzgar al mundo con justicia, envía una amonestación para
despertar a las personas y llamarles la atención al descuido en que
se tuvo el cuarto mandamiento, para que, estando instruidas, puedan
arrepentirse de la transgresión de su ley y demostrar fidelidad al gran
Legislador. El ha provisto lo necesario para que todos puedan ser
santos y felices si así lo desean. Se le ha dado suficiente luz a esta
generación para que podamos saber cuáles son nuestros deberes y
privilegios y disfrutar de la sencillez y el poder de las preciosas y
solemnes verdades.
Somos responsables tan sólo por la luz que brilla sobre nosotros.
Los mandamientos de Dios y el testimonio de Jesús nos están pro-
bando. Si somos fieles y obedientes, Dios se deleitará en nosotros,
y nos bendecirá como su pueblo escogido y peculiar. Cuando la fe