Página 646 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
que los adventistas
(del primer día)
han considerado que era su
bendito privilegio gozar. El hermano y la hermana P han deseado
la salvación de sus hijos, pero vi que Dios no obraría un milagro
en su conversión, mientras hubiera algunos deberes que caben a los
padres, y que estos debieran comprender bien. Dios ha dejado una
obra para que estos padres la hagan, que ellos han devuelto a Dios
para que él la realice por ellos. Cuando el hermano y la hermana P
sientan la responsabilidad que debieran sentir por sus hijos, unirán
sus esfuerzos para establecer orden, disciplina y un saludable control
en su familia.
Hermano P, usted ha sido indolente en llevar las cargas que
cada padre debiera llevar en su familia; y como resultado, la carga
dejada a la madre, ha sido muy pesada. Usted ha sido demasiado
propenso a liberarse de los cuidados y cargas, en su hogar y fuera de
él. Cuando, en el temor de Dios, con solemne vista del juicio, usted
decididamente tome la carga que el cielo le ha asignado, y cuando
haya hecho lo que pueda, entonces podrá orar con entendimiento,
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con el Espíritu y en fe, para que Dios haga en favor de sus hijos lo
que está más allá de su capacidad.
El hermano P no ha hecho uso responsable de sus recursos. No se
ha guiado tanto por el buen juicio como por las voces y los deseos de
sus hijos. No estima como debiera los bienes que tiene en sus manos
ni los usa con cuidado para adquirir los artículos más necesarios,
las cosas que debe tener para la comodidad y la salud. Toda la
familia tiene que mejorar en esto. Muchas cosas se necesitan para el
bienestar y la comodidad de la familia. La falta de aprecio del orden
y el sistema en el arreglo de los asuntos domésticos, conducen a la
destrucción y a gran desventaja. Cada miembro de la familia debiera
darse cuenta de que una responsabilidad individual descansa sobre
él para mejorar la comodidad, el orden y la regularidad de la familia.
Ninguno debiera trabajar en contra del otro. Todos debieran ocuparse
unidos en la buena obra de alentarse mutuamente; debieran ejercer
gentileza, tolerancia y paciencia; hablar en voz baja y calmada,
evitando el barullo, y haciendo cada uno lo mejor para aliviar las
cargas de la madre. Las cosas no debieran dejarse más inconclusas,
excusándose todos de hacer su deber, dejando que los demás hagan
lo que ellos pueden y deben hacer ellos mismos. Estas cosas pueden
parecer sin importancia; pero cuando actúan en conjunto, causan