Página 652 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Testimonios para la Iglesia, Tomo 2
pierden; a éstos ciertamente olor de muerte para muerte, y a aquéllos
olor de vida para vida”.
2 Corintios 2:15-16
. Al observar el apóstol la
magnitud de la obra y las pesadas responsabilidades que descansan
sobre el ministro, exclama: “Y para estas cosas, ¿quién es suficiente?
Pues no somos como muchos, que medran falsificando la palabra de
Dios, sino que con sinceridad, como de parte de Dios, y delante de
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Dios, hablamos en Cristo”.
2 Corintios 2:16-17
.
Los que corrompen al mundo esparciendo trigo y paja, o cual-
quier cosa que puedan considerar evangelio, mientras que se oponen
a los mandamientos de Dios, no pueden apreciar los sentimientos
del apóstol cuando temblaba bajo el peso de la solemne obra, y de
su responsabilidad de ministro de Cristo, de tener en sus manos el
destino de las almas por las que Cristo murió. De acuerdo con el
criterio de los que se hicieron ministros a sí mismos, se requiere una
norma baja para llenar los requisitos y transformarse en tales. Pero
el apóstol tuvo en muy alta estima los requisitos del ministerio.
El comportamiento de un ministro que ocupa el púlpito debiera
ser circunspecto, no descuidado. No debiera ser negligente en su
actitud. Debiera ser ordenado y fino en el más alto sentido. Dios
requiere esto de los que aceptan una obra de tanta responsabilidad
como es la de recibir las palabras de su boca y comunicarlas a la
gente, advirtiendo y reprendiendo, corrigiendo y consolando, según
sea necesario. Los representantes de Dios en la tierra debieran estar
en comunión diaria con él. Sus palabras debieran ser escogidas y
su hablar correcto. Debieran descartarse para siempre las palabras
precipitadas que usan con frecuencia los miembros que no predican
el Evangelio con sinceridad.
Se me mostró, hermano P, que usted es irritable por naturaleza,
que se siente provocado con facilidad y que carece de paciencia y
tolerancia. Si se objeta su proceder, o se le insta a tomar una posición
en los asuntos de la verdad, no le gusta sentirse presionado. No ha
estado dispuesto a dar un solo paso sólo porque otros así lo quisieran.
A usted le ha gustado tomar su tiempo. Si sus oyentes siguieran el
mismo comportamiento suyo los consideraría culpables. Si todos
procedieran como usted, el pueblo de Dios requeriría un milenio
temporal con el fin de prepararse para el juicio. Dios ha soportado
misericordiosamente su dilación; pero no sería provechoso que otros