Página 67 - Testimonios para la Iglesia, Tomo 2 (1996)

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Las carnes y los estimulantes
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a la vivacidad artificial que impartiera el té. Cuando el organismo
está ya recargado y necesita reposo, el consumo de té acicatea la
naturaleza, la estimula a cumplir una acción antinatural y por lo
tanto disminuye su poder para hacer su trabajo y su capacidad de
resistencia; y las facultades se agotan antes de lo que el Cielo quería.
El té es venenoso para el organismo. Los cristianos deben abando-
narlo. La influencia del café es hasta cierto punto la misma que la
del té, pero su efecto sobre el organismo es aún peor. Es excitante,
y en la medida en que lo eleve a uno por encima de lo normal, lo
dejará finalmente agotado y postrado por debajo de lo normal. A los
que beben té y café, los denuncia su rostro. Su piel pierde el color y
parece sin vida. No se advierte en el rostro el resplandor de la salud.
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El té y el café no nutren el organismo. Alivian repentinamente,
antes que el estómago haya tenido tiempo de digerirlos. Esto de-
muestra que aquello que los consumidores de estos estimulantes
llaman fuerza proviene de la excitación de los nervios del estómago,
que transmiten la irritación al cerebro, y éste a su vez es impelido a
aumentar la actividad del corazón y a infundir una energía de corta
duración a todo el organismo. Todo esto es fuerza falsa, cuyos resul-
tados ulteriores dejan en peor condición, pues no imparten ni una
sola partícula de fuerza natural.
El segundo efecto de beber té es dolor de cabeza, insomnio, pal-
pitaciones del corazón, indigestión, temblor nervioso y muchos otros
males. “Así que, hermanos, os ruego por las misericordias de Dios,
que presentéis vuestros cuerpos en sacrificio vivo, santo, agradable
a Dios, que es vuestro culto racional”.
Romanos 12:1
. Dios nos pide
un sacrificio vivo; no un sacrificio muerto o moribundo. Cuando
comprendemos los requerimientos de Dios, nos damos cuenta de
que nos pide que seamos temperantes en todas las cosas. El motivo
de nuestra creación consiste en glorificar a Dios mediante nuestros
cuerpos y nuestros espíritus, que le pertenecen. ¿Cómo podemos
lograrlo cuando complacemos el apetito en detrimento de las facul-
tades físicas y morales? Dios nos pide que presentemos nuestros
cuerpos como un sacrificio vivo. El deber que se desprende de es-
to es que tenemos que preservar ese cuerpo en la mejor condición
de salud posible, para que podamos cumplir el requisito. “Si, pues,
coméis o bebéis, o hacéis otra cosa, hacedlo todo para la gloria de
Dios”.
1 Corintios 10:31
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